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Índice de La alimentación ideal   

 

 
Capítulo 7
Objeciones contra el cese de la alimentación de tipo animal y narcótico y su refutación
Mi argumentación, con respecto a la alimentación errónea, dará naturalmente lugar a diversas objeciones por parte de mis lectores. Hay personas que opinan que habría demasiados animales si los hombres no se los comiesen. Pero esta objeción sólo puede ser hecha por quienes no tienen ningún conocimiento profundo del orden divino del universo, porque si lo tuviesen serían testigos de que la cantidad de seres vivos se regula de un modo muy distinto. Las mismas fuerzas que regulan los animales marinos, las multitudes de insectos y demás miríadas de seres que se hallan fuera del alcance de los hombres, también abarcan y regulan los seres que se encuentran dentro de la zona o campo de acción de los hombres. El hecho de que el hombre, al cesar de devorar ovejas, vacas y cerdos, pueda ser desplazado por ellos no llegará jamás a ser una realidad, en particular porque toda cría artificial de los mismos desaparecerá. Lo que al hombre le ha tocado en suerte regular, en cuanto al número de seres vivos en la Tierra, es en realidad algo insignificante en relación con el auténtico factor regulador: la atmósfera espiritual de la Tierra. Ésta es la causa directamente desencadenante de la facultad de atracción y repulsión de la Tierra y por su parte, y según los análisis cósmicos, esta facultad constituye el fundamento de las condiciones astronómicas de la Tierra y, por ello, el fundamento de su clima. De esto se deduce que la atmósfera espiritual de la Tierra es decisiva, tanto para la alimentación y las posibilidades de existencia como para el número de seres vivos que habitan el globo terrestre.
      Otra objeción importante será la que planteará la pregunta sobre las posibilidades de subsistencia de los miles de personas cuya existencia se basa en un empleo dentro de los negocios y empresas que están en relación con el abastecimiento al público de los estimulantes citados, es decir, de aquellos que contienen alcohol o estupefacientes, o bien en un empleo relacionado con los productos de tipo animal. Quienes planteen estas objeciones serán víctimas de la fantasía de que todas estas personas carecerían de recursos para subsistir si todo el mundo repentinamente rechazase esa fuente de alimentación que representan los productos de tipo estupefaciente y animal. Pero tras una observación más detallada, se pondrá en evidencia el hecho de que una fantasía semejante es sólo fruto de una observación superficial y no tiene nada que ver con la auténtica realidad. La evolución sigue unas leyes determinadas, sutiles e inalterables, que, entre otras cosas, hacen que esta evolución no tenga lugar de un modo irregular, sino que siga una lenta y ascendente escala de pequeños peldaños que van desde un estado de imperfección hasta un estado de perfección. Ninguno de estos peldaños, de tamaño tan microscópico que casi no se puede diferenciar del peldaño más cercano ya sea superior o inferior, puede ser omitido, sino que debe ser experimentado por todo ser vivo. De esta manera, un león no puede transformarse bruscamente en un mono, del mismo modo que un mono no puede transformarse repentinamente en un hombre civilizado. Una transformación tal sólo puede tener lugar por medio de un proceso de evolución o transformación inmensamente largo y totalmente imperceptible dentro de los límites de una sola encarnación. Como la alimentación de los hombres y su consumo de estimulantes también es un asunto de evolución, esto tampoco puede transformarse en un instante. Del mismo modo que las fuentes alimenticias de tipo estupefaciente y animal y las grandes empresas y costosas instalaciones relacionadas con dichas fuentes y que están a punto de alcanzar el nivel supremo de la genialidad técnica, no han sido creadas en un día, sino que han sido construidas mediante el esfuerzo y el trabajo cotidiano de muchas generaciones, esta fuente de energía nueva y especialmente adaptada a los hombres y a las empresas e instalaciones relacionadas con ella tampoco puede surgir repentinamente, sino sólo a través de una evolución progresivamente ascendente de las generaciones sucesivas. Es por ello que ninguna entidad tabacalera, ninguna fábrica de bebidas alcohólicas, ninguna actividad relacionada con los mataderos, ningún negocio de cría de ganado ni ningún otro tipo de empresa relacionada con las fuentes de alimentación de tipo narcótico-animal se va a arruinar o quedar sin trabajo a causa de la transición brusca de los hombres a esta nueva fuente de alimentación; porque una transición tal es totalmente imposible. Los hombres se encuentran en grados de desarrollo muy distintos y esto imposibilita el hecho de que toda la humanidad adopte, simultáneamente, esta nueva fuente de alimentación. Esta transición sucederá gradualmente cuando un ser humano tras otro, conforme evolucione con la ayuda de sus enfermedades y sufrimientos, sus experiencias, su inteligencia y su vida afectiva, llegue a percibir o experimentar la imperfección de las viejas fuentes de alimentación animal. Esta transición gradual no es un fenómeno nuevo, sino una realidad que ya tiene lugar actualmente y que encontramos en nuestra vida diaria. Ir en contra de esto es absurdo, porque sería lo mismo que ir en contra del rayo y el trueno, sería lo mismo que intentar cambiar la órbita de la Tierra y tratar de desplazar al Sol del sitio que ocupa en el universo. Sin embargo, no hay razón para intranquilizarse porque la transición a esta nueva fuente de alimentación no tendrá lugar de un modo tal que sea una molestia o una desgracia para los hombres. Se trata de un proceso natural con el que todo ser terreno entrará inevitablemente en contacto y deberá atravesar para llegar a ser el auténtico «hombre divino»; del mismo modo que una vez tuvo que entrar en contacto y compenetrarse con la fuente de alimentación animal para expresar la genialidad de la forma de existencia animal.
      En relación con mi relato sobre las consecuencias de la fuente de alimentación animal surgirá, posiblemente, la pregunta de cómo es posible que «todo sea muy bueno»* si estas consecuencias son ciertas. Con respecto a esta pregunta, debo remitir al lector a «Livets Bog». Sin embargo, puedo decir que todos los seres deben necesariamente experimentar la oscuridad y los sufrimientos, porque sin haber hecho la experiencia de la oscuridad es imposible experimentar la luz. La oscuridad es, de este modo, una disposición divina; la pregunta es simplemente quién debe desencadenarla o manifestarla. La Providencia o la Divinidad debe usar aquellos seres que por su naturaleza son más apropiados para ello, es decir, los seres cuya capacidad de amar es todavía tan primitiva o latente que este modo de manifestación oscuro es todavía para ellos su mayor placer o felicidad y, como consecuencia de ello, una condición vital. Pero a causa de este despliegue de oscuridad, estos seres son amarrados a las zonas oscuras o zonas de sufrimiento. Sin embargo, como las consecuencias de sus manifestaciones oscuras o modo de ser sombrío retornan de nuevo a ellos en forma de grandes sufrimientos o desgracias, comienza simultáneamente a desarrollarse en ellos un débil deseo de una existencia más perfecta y auténtica. El presentimiento de una existencia a un nivel superior comienza, de este modo, a amanecer en las capas más profundas de la conciencia de estos seres. Estas líneas van dirigidas a ellos, es decir, a todos aquellos que comienzan a vislumbrar esta luz matutina. Este amanecer no existe ni en las fieras en el apogeo de su desarrollo ni en la conciencia de los hombres más primitivos que devoran la carne y la sangre. La idea de que el hombre no puede de ningún modo vivir sin carne, tal como sucede con las fieras para las que ésta es una condición vital, es todavía algo inalterable para estas conciencias. Hablar a estos seres sería absurdo – aunque naturalmente hay que tener la máxima tolerancia con respecto a este concepto de la vida – porque su capacidad amorosa es demasiado limitada para poder comprender otras cosas y, por ello, deben todavía, durante un cierto tiempo y bajo la forma de devoradores de carne y sangre, desencadenar las causas que más tarde o temprano les van a perturbar con esa cantidad de sufrimientos que aún les faltan para poder alcanzar una capacidad amorosa perfecta y, con ello, una aversión total a ser instrumentos desencadenantes del principio mortal o del sufrimiento. El presente libro no será ni comprendido ni aceptado por estos seres. Este libro está destinado a aquellos seres que ya han comenzado a sentir antipatía o aversión hacia todo tipo de matanza u homicidio, pero que, a causa de información insuficiente, todavía se hallan en las filas de los devoradores de cadáveres. Mis palabras se dirigen, por tanto, a los seres que suspiran por una forma de existencia superior y mucho más auténtica y cuya conciencia aspira a ser transformada de tal modo que sea apta para la circulación de la suprema energía concienciadora o «espíritu santo»; a los seres que realmente desean entrar en contacto con «el gran nacimiento»; a los seres que tienen hambre y sed de saber «lo que tienen que hacer para ser bienaventurados».** Mis palabras se dirigen a aquellos que desean capacitarse para ser los supremos instrumentos de la manifestación de la sabiduría y el amor, y que desean participar en el proyecto de hacer del «reino de Dios» – o auténtico reino humano*** – una realidad en la Tierra. Mis palabras se dirigen a todos aquellos que tienen la facultad de ver en ellas un suplemento científico a las palabras de Cristo a Nicodemo: «el que no nazca de nuevo del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios».
      «El reino de Dios» es el reino en el que no hay «sollozos ni penas», es el reino en el que «reina la justicia». Es decir, ese reino que en «Livets Bog» califico como «el auténtico reino humano».
      Como el cuerpo físico del individuo está principalmente constituido por agua, nacer de nuevo del «agua» equivale a nacer en un nuevo cuerpo físico. Pero el concepto un nuevo cuerpo físico no significa simplemente una nueva encarnación sino, al contrario, un nuevo tipo de cuerpo físico. Éste es «el verdadero cuerpo humano» que, precisamente hoy, se halla bajo una evolución muy fuerte ocasionada por la creciente aversión del individuo a devorar cadáveres o consumir carne y sangre. «El auténtico hombre» solamente puede amar a su prójimo como a sí mismo y, como consecuencia de ello, el hecho de tener que devorar el organismo de los seres que le rodean o existir a costa de su muerte y mutilación no puede ser, en ningún modo, una condición vital para él.
      Como espíritu es lo mismo que conciencia, nacer de nuevo del «Espíritu» equivale a nacer en una nueva conciencia. Pero si esta nueva conciencia es del mismo tipo que la anterior, no tendrá ninguna influencia en la incorporación del individuo al «reino de Dios». Es por ello que las palabras de Cristo no se refieren solamente a una nueva conciencia, sino también a un nuevo tipo de conciencia; y ésta es «la conciencia cósmica» o «el espíritu santo». Como «santo» es expresión de la suprema pureza y ésta, por su parte, es lo mismo que amor auténtico, y amor, a su vez, es el supremo principio de vida y lo contrario del principio mortífero que es una condición vital para la conciencia animal, «nacer del Espíritu» es lo mismo que nacer a «la auténtica conciencia humana». Las palabras de Cristo expresadas de un modo moderno y científico dirían: «El hombre de la Tierra no puede llegar a ser un genuino súbdito del «auténtico reino humano» sin que su cuerpo físico de tipo animal se haya convertido en humano, y antes de que su conciencia animal se haya transformado en conciencia cósmica o en «el espíritu santo». Mientras esto no tenga lugar, debe formar parte de la zona del principio mortal o reino animal y estar sometido a esta forma oscura de existencia».
      De ahí que hoy las palabras divinas dirigidas al hombre de la Tierra son pronunciadas del modo siguiente: «Bienaventurados los que rechazan el principio mortal y han comenzado a hacer del amor una condición vital, porque caminan hacia una existencia transfigurada. Por medio de ellos surgirá «el reino de Dios» en la Tierra».
 
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* Notas aclaratorias de la traductora: Se refiere a Gn 1, 31 «Y Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno».
** Notas aclaratorias de la traductora: Alude a las bienaventuranzas, Mt 5, 1-12.
*** Notas aclaratorias de la traductora: Para una mayor comprensión de los distintos reinos de existencia, y de los principios básicos de la cosmología de Martinus en general, se aconseja consultar «El destino de la humanidad», libro n.o 1.


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