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Índice de La alimentación ideal   

 

 
Capítulo 4
Por qué el hombre de la Tierra prefiere la alimentación animal
Mientras todos los estimulantes hasta ahora citados – sin ninguna excepción – no son en realidad alimentos y, por ello, no tienen en absoluto ninguna relación con la alimentación; no se puede negar el hecho de que los alimentos que voy a citar a continuación, y que el hombre de la Tierra come con gran complacencia, constituyen, hasta un cierto grado, sustancias alimenticias. Estos alimentos pertenecen al tipo de sustancias comestibles adecuadas para los organismos de naturaleza inferior o más robusta y primitiva que la humana; dicho con otras palabras, se trata de alimentos de los que en realidad el hombre terreno, en mayor o menor grado, se ha distanciado, aunque, de un modo general, no lo sabe. Pero el gran número de situaciones anormales que estos alimentos causan ha dado lugar al hecho de que, en los individuos, ha comenzado a desarrollarse una fuerte conciencia por lo que respecta a la alimentación, y ha surgido una tendencia que desea alimentos más refinados y más naturales y adecuados para sus avanzados organismos y su elevada orientación espiritual.
      Los alimentos de los que los hombres de la Tierra se han distanciado y hacia los cuales están comenzando a sentir aversión, no pueden considerarse en absoluto como normales para ellos dado que, hasta un cierto grado, se manifiestan como expresión de energía extraña y no aceptable para la mayor parte del organismo. A tales alimentos pertenece la carne, el pescado, la manteca, los mariscos y otros parecidos. Estas sustancias comestibles son solamente adecuadas para seres con órganos robustos y toscos como los felinos, los cánidos etc. Las citadas sustancias serán una alimentación antinatural en el mismo grado en que el nivel evolutivo del hombre terreno se halle por encima del nivel o estadio de estos seres.
      El hecho de que los hombres ingieran estos productos de forma cotidiana demuestra que su conciencia con respecto a la alimentación o sus órganos del gusto no han podido evolucionar al mismo ritmo que el resto del organismo. Estos órganos del gusto aún no producen el hambre, la sed ni el deseo normal y verdadero de los alimentos adecuados al avanzado nivel evolutivo de los hombres. Dicho con otras palabras, el gusto especial de estos alimentos aún no tiene para ellos una naturaleza lo suficientemente agradable o familiar como para que haya podido marginar el gusto de las citadas sustancias animales. Es por ello que resulta extraño ver como los hombres, precisamente hoy, comen carne; es decir, eligen los vastos alimentos animales que considerados como sustancias alimenticias tienen un nivel muy inferior al de los alimentos que, para la visión cósmica u oculta, se muestran como los verdaderos para el evolucionado organismo del hombre de la Tierra.
      La actual humanidad terrena, de la que en general se podría decir que es moderna, está en lo que se refiere a la alimentación, más bien anticuada. Esta humanidad puede ser considerada, no solamente desde un punto de vista espiritual, sino también con respecto a todo lo que se refiere a la alimentación, como «el hijo pródigo – que come con los cerdos» – según las palabras de la Biblia. De hecho, este hijo no sólo come los citados alimentos primitivos que considera necesarios para el mantenimiento de su vida, sino que, incluso a veces, hace de esta comida o forma no natural de satisfacer su hambre el núcleo de todo tipo de diversión. En estos casos, vive para comer cuando, en realidad, debería comer para vivir.
      Como todos las sustancias animales citadas son extraídas de los organismos de seres a los que se les ha quitado la vida, no se puede evitar el considerarlas con la calificación de «cadáveres»; y cualquier forma de disfrute de ellos es lo mismo que «devorar cadáveres» y por ello, naturalmente, este tipo de disfrute sólo puede pertenecer a una naturaleza animal y primitiva y en ningún modo puede producirse en una forma superior de cultura o existencia humana.
      Pero permítanme apresurarme a manifestar que yo no expongo los presentes análisis para atacar a ese o a aquel que come carne, a aquel carnicero, cazador o pescador. Muy al contrario, mi opinión es que el comportamiento de cada individuo, con respecto a los problemas citados y en relación con su orientación espiritual, inteligencia y evolución, debe ser decidido por él mismo y no por mí ni por otros. Si yo expongo los análisis presentes, es porque la cuestión de la alimentación tiene un carácter tan grave para la humanidad que ninguno de sus individuos puede llegar a estar totalmente sano, o vivir una existencia realmente libre de enfermedad, sin antes ponerse en contacto con esa fuente de alimentación que, sin basarse en la muerte y la mutilación, está en relación con las leyes eternas y se adapta a la avanzada evolución de los hombres. En este libro voy a demostrar que una fuente de energía de este tipo existe en la Tierra y, simultáneamente, voy a dar una visión de conjunto de como las citadas comidas o sustancias animales, además de significar homicidio y mutilación con respecto a los seres de cuyos organismos son tomadas, también significan asesinato y suicidio para los seres humanos que las absorben en sus organismos como alimentación yendo, de este modo, en contra de la misma ley de la existencia o del mandamiento eterno que dice: «no matarás».


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