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Índice de La alimentación ideal   

 

 
Capítulo 29
Hay que seguir cociendo los productos vegetales poco refinados o de difícil digestión
Como estos productos vegetales aquí citados contienen unidades de vida de tipo A que deben matarse para que las unidades de vida de tipo B sean liberadas, los hombres, a medida que han ido evolucionando y su organismo se ha ido refinando y es menos apto para efectuar este proceso de muerte, también han optado por usar la cocción como medio homicida. De este modo, el organismo debe solamente desencadenar el proceso de putrefacción o descomposición por medio de unas funciones relacionadas con sus órganos de digestión que le permiten provocar estos procesos de modo artificial.
      Además de la cocción, el hombre, para estimular el proceso de muerte, ha inventado también «la fritura», sin embargo, este proceso de aniquilación de vida no es recomendable porque además de estimular la muerte de las unidades de vida de tipo A las transforma en materia o ceniza carbonizada, un proceso que es altamente negativo para el organismo ya que éste solamente ha sido creado para el transporte de la sustancia cadavérica orgánica y no para el tratamiento de la ceniza. Es por esto, que todos los tipos de fritura desaparecerán de los hogares del futuro. Con la cocción, sucede algo distinto, ésta no transforma los productos en polvo de carbón ni en ceniza, sino que simplemente dispensa al organismo del proceso de matanza de las unidades de vida de tipo A. Es por esto que la cocción será conservada mientras los hombres necesiten usar los productos vegetales no refinados, en los que las unidades de vida de tipo B están enquistadas en las unidades de vida de tipo A. Naturalmente, esto no impide el que actualmente existan hombres cuyo organismo es de una robustez tal que pueda por sí mismo fomentar el proceso de muerte y que todavía durante un cierto tiempo hagan de la cocción algo superfluo y coman productos tales como «ensaladas crudas». Pero desde un punto de vista moral no se ha ganado nada, porque las unidades de vida de tipo A que no mueren por medio de la cocción o por otro medio artificial deben, sin embargo, ser matadas por el organismo para que las unidades de tipo B, que son la alimentación auténtica, sean liberadas. Además, es también un hecho el que el organismo evoluciona y se va refinando paulatinamente. Vemos como el hombre primitivo puede comer carne cruda, raíces poco refinadas y comer, en conjunto, muchos más productos crudos que el refinado hombre civilizado. Si éste último pasa de consumir alimentos cocidos a saborearlos en su estado crudo, esto debe ser considerado, por lo menos por lo que respecta a los productos de las plantas menos refinados y más difíciles de digerir, como un retroceso.
      Pero, afortunadamente, la evolución no sigue este camino. Ésta se dirige hacia un refinamiento del organismo y por ello lo hace paulatinamente menos apto para realizar por sí mismo el proceso de muerte; mientras que, simultáneamente y en un grado correspondiente, conduce hacia la pura pulpa de la fruta que, como ya se ha indicado, constituye «la ensalada cruda» más perfecta e ideal que existe para el hombre.


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