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Índice de La alimentación ideal   

 

 
Capítulo 14
Un «registro de pecados» mucho mayor que aquel por el que, generalmente, se suele pedir perdón a Dios
Dado que toda materia, según el análisis más elevado, está compuesta de «unidades de vida», y que nuestra alimentación, nuestra carne, nuestra sangre, el aire que inhalamos, nuestro esqueleto, nuestras uñas y pelo, en realidad están compuestos de «unidades de vida»; del mismo modo que el material de nuestra ropa, zapatos, muebles, casas, utensilios, etc., está compuesto de miles de millares de «unidades de vida», es, pues necesario conocer, por decirlo de algún modo, «la vida y el trajinar diarios» de estas «unidades de vida» para alcanzar así el conocimiento absoluto acerca de la armonía de nuestra propia existencia con el resto de vida en el universo. Porque sin un conocimiento sobre el modo en que estas «unidades de vida» se manifiestan y sobre sus condiciones de vida, no podríamos saber, por ejemplo, si nuestro contacto produce muerte o mutilación o vida y evolución a «las unidades de vida» que se hallan en los alimentos que comemos. Tal como ya se ha citado, existen «unidades de vida» cuya asimilación como alimentación, por parte de los organismos, significa evolución natural y vida, del mismo modo que existen otras «unidades de vida» para las que esta misma asimilación significa muerte y mutilación. (Tanto aquí como en mis otros libros, la muerte debe solamente entenderse como una aniquilación del cuerpo del ser vivo y no como una aniquilación de su yo, porque éste es eternamente duradero y por ello una muerte absoluta es imposible).
      Los hombres que incorporan a su organismo, en forma de comida y bebida, «unidades de vida» para las que esta incorporación significa desgracia, muerte y mutilación, asumen un «registro de pecados» que, considerado desde un punto de vista numérico, es de unas dimensiones tales que el conocido «registro de pecados» por el que piden perdón por medio de la religión, la Iglesia y el sacerdote, no tiene ninguna importancia. Como máximo puede tratarse de algunos cientos de individuos a los que cada uno, en su medio cotidiano, de un modo u otro ha faltado, mientras que la cantidad de «unidades de vida» a las que se falta por medio de una alimentación errónea suma millares. Ciertamente, en este último caso se trata solamente de seres microscópicos; pero en relación con los hechos eternos, para la conciencia divina o cósmica «ante el Señor un día es como mil años, y mil años como un día» y, como consecuencia de esto, el microcosmos es para esta conciencia igual que el macrocosmos. Las leyes eternas son valederas tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. El quinto mandamiento no dice que se puede matar a los seres pequeños. Los resultados de este asesinato masivo de «unidades de vida» a causa de una alimentación errónea no faltan y son los causantes de que la humanidad terrena carezca de salud, y de que esté formada por un gran conjunto de individuos mutilados y heridos mortalmente por diversas enfermedades orgánicas más o menos acentuadas, que en hospitales y clínicas, movilizan sus últimas fuerzas para reconquistar, bajo la forma de salud, vida y vigor, la tierra perdida.
      Esta misma humanidad clama al cielo pidiendo «el desarme», «la abolición de la guerra» y una «paz eterna». Pero, ¿cómo podrán ser llevadas a cabo tales realidades por individuos, por unidades, que por sí mismos son explosivos dirigidos contra todo tipo de armonía que tenga la paz como base? La paz mundial no puede ser sustentada o mantenida por individuos cuyo propio interior es un campo de batalla con asesinatos masivos, guerra y mutilación, y que por ello suponen una concentración de todo lo contrario al mismo calor de la vida o amor eterno. El individuo no puede experimentar una paz exterior duradera antes de que ésta haya arraigado en su propio interior, en su propio cuerpo o en este «universo» en el que él es la divinidad.
      Cuando el individuo llega al punto en que escoge los alimentos para cuyas «unidades de vida» es una condición vital el ser absorbidas por un organismo, entonces disminuyen las matanzas masivas en su cultivo biológico y cesan las enfermedades; entonces crea, en sentido literal, «la paz mundial» en su propio pecho y, a cambio, le es dado el karma o destino de vivir exteriormente en la zona de la paz. Son solamente los individuos de este tipo los que están en condiciones de irradiar las vibraciones o energías de las cuales puede surgir una paz mundial básica.


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