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Otros responden

¿Cómo hay que castigar a los delincuentes? 

Pregunta
Haciendo referencia a la incomprensible cantidad de delitos que hoy tienen lugar, varios lectores han preguntado cómo recomienda Martinus que castiguemos a estos delincuentes. Uno de los lectores opina que hay una contradicción en el hecho de que simultáneamente hay que perdonar. De este modo los malhechores no conocen las consecuencias de sus actos, y así no evolucionan, ¿o evolucionan?

Respuesta
No es extraño que estas cuestiones interesen a muchos. A través de la televisión entran todos estos violentos acontecimientos directamente en nuestros hogares y nos impresionan profundamente. Hay muchos que gritan pidiendo venganza y castigo. Pero Martinus nos dice tranquila y sosegadamente que todavía no se ha visto nunca que “venganza, castigo y persecución hayan podido transformar a ningún ser, de modo que así haya pasado de un estadio evolutivo inferior a formar parte de un estadio más elevado. Con castigo y un poder muy superior se puede, naturalmente, obligar a un hombre a renunciar a sus eventuales acciones mortíferas, pero esto no tiene lugar voluntariamente por parte de este ser. Castigo y coacción sólo pueden, por consiguiente, crear una especie de amaestramiento, de la misma manera que con violencia y fuerza se puede obligar a los animales a hacer ciertas cosas. (Livets Bog – El Libro de la Vida, volumen 7, apartado 2399).

Esto quiere decir que la psique de un hombre no puede transformarse con un castigo rudo y brutal. ¿Pero qué vamos a hacer con todos estos delincuentes? Martinus trata esta cuestión en el volumen 4, apartado 1246 de Livets Bog (El Libro de la Vida), donde escribe: “¿Qué tiene entonces que hacer la sociedad ante los seres “inmorales” o “delincuentes”? La sociedad tiene, ante todo, que comprender que “los delincuentes” no son “delincuentes” o seres “inmorales”, sino que expresan totalmente y de una manera normal los estadios de la escala evolutiva que representan o a que pertenecen, exactamente como lo hace el ciudadano conocedor y cumplidor de las leyes y respetado dentro del estado en relación con el estadio al que él o ella representa en la escala evolutiva. La única diferencia es que este último representa en la escala evolutiva el estadio o lugar del estado.”

la ubicación de cada hombre concreto en la escala evolutiva. Es decir, nuestra “creación de experiencias” es muy diferente y, por consiguiente, nuestros conceptos de justicia también son muy diferentes. Y, por lo tanto, esto no se puede modificar con castigos, violencia y fuerza. Pero, ¿qué vamos a hacer con esto? ¿Tenemos que darles a estos “hermanos más jóvenes con respecto a la evolución” libertad para que con su conciencia primitiva, asalten y saqueen, roben, mientan, estafen, asesinen y mutilen a su gusto? No, responde Martinus, naturalmente no tenemos que hacer esto. Sería “adelantarse a los plazos que la Providencia misma ha fijado para dicho plan con la humanidad.”

Con esto, Martinus nos ha llamado una vez más la atención sobre la gran variación con respecto a
Sí, pero entonces no nos sirven de nada estos análisis de Martinus de que estos delincuentes en realidad son “almas más jóvenes” con respecto a la evolución, que con palabras de Jesús “no saben lo que hacen”. Sí, responde Martinus, estos análisis son de gran utilidad para el ser que hoy comienza a amar a su prójimo, comienza a tener un talento intelectual tan grande que él o ella puede comprender “los análisis cósmicos” o ciencia de la vida y que es muy reacio o reacia a tener que participar en, por ejemplo, el hecho de juzgar a estos hermanos más jóvenes.

¿Pero qué pasa con los aleccionadores arcos de destino de la ley del karma, que tendrían que hacer evolucionar a los “delincuentes” en cuestión, como la persona que pregunta escribe? En el apartado 1253 Martinus responde muy claramente a nuestra pregunta: “Y, de este modo, tenemos aquí una nueva prueba de que, aunque haya seres que no pueden colaborar en el hecho de “castigar” y “vengar”, siempre habrá suficientes seres con corazón y mentalidad para ocuparse de todas las disposiciones groseras, los efectos del karma o efectos de las causas, que inevitablemente tienen que tener lugar y van a tener lugar en una sociedad de seres que todavía no aman a su prójimo como a sí mismos, sino que más o menos en su pensamiento, su naturaleza y su conducta acatan la ley del “castigo” o de “la venganza” o son partidarios de ella. ¿Cómo tendrían, si no, que recibir su karma de regreso o “cosechar lo que han sembrado” los seres primitivos, llenos de odio y faltos de amor? Si estos seres no estuvieran rodeados de seres de su misma clase, sino tan solo de “ángeles”, tan solo de seres “que perdonan”, jamás experimentarían el sufrimiento de “la venganza” y del “castigo”, del mismo modo que tampoco serían felices con los seres “que perdonan”, dado que los considerarían primitivos, ingenuos y cobardes, si no los tenían directamente por “anormales”.”

Y Martinus termina esta cita diciendo que aquí se nos ha puesto al corriente de “como todo, en cada momento concreto, es exactamente lo más perfecto que, en resumidas cuentas, puede ser”. En otras palabras: Mientras haya “delincuentes”, la legislación de cada estado estará dispuesta a darles las consecuencias de sus actos.

Pero esta situación no es en absoluto la ideal, y cuando toda la humanidad haya avanzado en su evolución, las circunstancias cambiarán. Ahora ya vemos muchos ejemplos de esto en la parte más humana del mundo. Pero pongan atención a lo que Martinus predice sobre este trato más amoroso de las almas “más jóvenes” con respecto a la evolución. En el apartado 2400 escribe entre otras cosas que modificaremos el actual sistema penal convirtiéndolo en una práctica puramente humana, con la cual ciertamente protegeremos a la sociedad contra los denominados “delincuentes”, pero sin ninguna forma de brutalidad. Todos los seres menos evolucionados, que son peligrosos para la sociedad normal no serán puestos en libertad para vivir en ella. En cambio, en el estado hay reservado un territorio, en el que pueden vivir bajo control especial sin que lleguen a hacer daño a otros habitantes de la misma zona. Dejando aparte esta limitación, aquí pueden vivir una vida en libertad. Pueden casarse, formarse profesionalmente y trabajar con lo que deseen y que esté de acuerdo con sus talentos y disposiciones intelectuales. Una zona así no será ninguna cárcel, sino al contrario una pequeña zona cultural con escuelas, teatros, cines, campos de deporte e instalaciones y naves deportivas, etc. Estos hombres que, debido a su estado poco desarrollado, tienen que habitar aquí no están en ninguna cárcel humillante ni en ninguna zona correccional degradante. Están aquí exclusivamente para acostumbrarse a poder vivir en la sociedad verdaderamente normal y libre que hay fuera.

Los pensamientos que Martinus manifiesta aquí son cosas del futuro para la mayor parte de hombres de la sociedad actual. Pero en algunos lugares ya se ha hecho un primer intento con “cárceles abiertas” y resocialización de los reclusos. Con palabras de Martinus, se da “cabida a un concepto humano para con los seres poco desarrollados y su modo de ser.”

He escogido dejar que Martinus respondiese a la pregunta a base de Livets Bog (El Libro de la Vida). Pero quiero invitar a los interesados a que también lean los artículos “Juicio y protección” Y “¿Cómo se obtiene fuerza para perdonar?”, que últimamente se han publicado en n.º 11-1993 y n.º 9-1990 de la edición danesa de Kosmos.  Ambos números se pueden comprar en danés en el Instituto Martinus.

(Hans Wittendorff, Kosmos nr. 2, 2004 - edición en danés)

© Martinus Institut
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