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95. CAPÍTULO

«Putrefacción» y «existencia lunar»

De la misma manera que la muerte natural o hundimiento del ser tierra o nuestro macroindividuo no puede de ninguna manera implicar ningún tipo de resultado no natural, como la muerte prematura, mutilación y sufrimiento, tampoco nuestra propia muerte natural con su correspondiente disolución natural de nuestro organismo físico o cadáver puede causar ninguna existencia anormal para los microorganismos en ese organismo o cadáver. Estos seres vivirán sus vidas sin ser afectados por eso. Sólo sucederá que al morir no se encarnarán más en el organismo dejado por el macro-yo. Los microindividuos que habitaban el organismo morirán así gradualmente en éste para encarnarse en otro organismo vivo, dando espacio para la reencarnación de formas de vida cada vez inferiores en el organismo muerto, cuyas condiciones para formas de vida orgánica degeneran rápidamente y se disuelven. Es esta parte de la disolución que estamos acostumbrados a llamar «putrefacción».
      Pero al igual que en el proceso de disolución de la tierra también aquí permanece la parte mineral, lo que quiere decir la parte de la materia, que en su totalidad o en parte consiste en unidades de vida cuya consciencia despierta se encuentra en el «reino de la bienaventuranza» y, por lo tanto, todavía no tienen una experiencia consciente en el plano físico. Su contacto con el plano físico es sólo una actividad de funciones subconscientes muy elementales. Por lo tanto, carecen por completo de la capacidad de sentir dolor y sufrimiento. El destino de la materia mineral, ya sea por fuego o agua, ya sea por frío o calor, nunca puede proporcionar en ningún caso la experiencia de dolor de sus unidades de vida. Pero, por otro lado, el crecimiento de conciencia de estas unidades de vida en el nivel físico sólo se puede considerar como estando en su primera etapa fetal de desarrollo.
      Estos residuos minerales de un cadáver son de naturalezas mutuamente diferentes, ya que tienen su origen en muchas materias diferentes del antiguo organismo vivo que, sin excepción, han contenido cierta clase de materia mineral. De estas diversas materias minerales el esqueleto y la piel son los más insolubles y pueden existir mucho tiempo después de que las demás materias del cadáver se hayan disuelto. Estos residuos resecos y encogidos de un cadáver corresponden en principio a la «existencia lunar» del cuerpo de la tierra.


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