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58. CAPÍTULO

La relación del individuo con los microorganismos de su propio organismo no es un factor secundario en la creación de su destino

Como el lector desarrollado verá de esto, la relación del individuo con su propio organismo y los microseres que existen en él no es un factor secundario en la creación de su propio destino futuro o estado de felicidad, sino en gran medida un factor principal tan grande como su relación con los demás semejantes de la existencia. Y dado que su organismo incluso más allá de la muerte es morada de microseres orgánicos, su responsabilidad por su propio cadáver y con eso por el destino de estos pequeños individuos no es, tal como el hombre ignorante imagina, un simple factor secundario, sino más bien un factor principal inevitable. Un reconocimiento superficial o descuidado, que se desencadena en una destrucción antinatural y repentina del organismo, por ejemplo, en forma de «cremación», excluirá, inevitablemente, al individuo de la experiencia fundamental del «gran nacimiento» y con la correspondiente «clarividencia cósmica» permanente o total penetración del «espíritu santo», aunque no le excluye de un destello oculto. El individuo nunca puede llegar a ver completamente «a Dios», siempre y cuando su propio resplandor oscurece el camino a la experiencia de la vida de los microseres naturales en su propio organismo. Tampoco podrá «ver a Dios» a través de pensamientos primitivos u oscuros porque éstos excluyen la fuerza vital nutritiva, que da la forma superior de pensamiento o una percepción de amor permanente para todos y todos.


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