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25. CAPÍTULO

«El Espíritu Santo» o la forma de percepción que constituye el camino hacia la solución del misterio de la vida

Mientras que la tierra está demasiado cerca del individuo como para ser «pasada por alto» físicamente, las otras estrellas están de hecho tan «lejísimos» que sólo se convierten en puntitos luminosos que, para la vista física, se desvanecen en lo invisible. Y el individuo, que sólo está enfocado en lo físico y material, vuelve a encontrarse aquí exclusivamente en tierra teórica. Pero esto no impide que todavía exista acceso a la experiencia práctica para experimentar lo más esencial y realista en las estrellas más pequeñas y más grandes, tanto en las que están cerca de nosotros y aquellas que están más lejanas en el universo, tanto las que como soles gigantes emiten sus rayos miles y miles de años luz a través del espacio hacia nosotros, y las que como pequeños electrones cursan a través de la materia profunda, y cuyo resplandor ayudan a crear la luz de nuestra lámpara de escritorio, así como el recorrido de la sangre en nuestras venas. Existe, por lo tanto, un método de percepción, que, cuando el individuo se haya desarrollado suficientemente, le dará acceso a la experiencia real y propia de conocimiento absoluto sobre mundos extraños, estrellas y soles, así como los detalles de los átomos, electrones, moléculas, etc. Y esta forma de experiencia es la única, a través de la cual la identidad de la materia como energía de pensamiento o conciencia y el análisis más profundo del universo o su identidad como «ser vivo» o, en pocas palabras, la única forma de experiencia a través de la cual la revelación más grande del universo, o sea la Divinidad eterna, y nuestra propia identidad como hijos inmortales de Dios, pueden aparecer. Como esta forma de experiencia es, por lo tanto, la más elevada y fundamental en toda la existencia, la he expresado como «la correspondencia de Dios»; pero en realidad es lo mismo que se refiere en la Biblia como «el Espíritu Santo».


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