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204. CAPÍTULO

El entierro perfecto

En este mundo futuro brillante y glorioso, desde el cual se puede observar la primitividad y las imperfecciones de nuestros días, cualquier cuerpo humano exánime será enterrado bajo la forma correcta de un ser humano real, lo cual quiere decir en contacto con las leyes de la naturaleza y de una manera armónica y feliz tanto para los microindividuos en el cuerpo como para el anterior yo o espíritu del mismo cuerpo.
      Dicho cuerpo entrará en su sarcófago artística y científicamente confeccionado en los «mausoleos comunes» del estado o pueblo mundial. Aquí se depositarán durante el tiempo que necesite la vida orgánica animal del cadáver para agotar las condiciones de poder mantener su existencia en éste.
      Una vez que estas condiciones hayan cesado, habrá sólo una especie de vida mineral en el cadáver. Dado que las unidades de vida o los microorganismos a nivel de conciencia están inafectadas por la influencia física externa, pero no por el fuego, el cadáver, a medida que la vida orgánica se extingue de éste, se enterrará adecuadamente en condiciones apropiadas especiales, donde su solución de manera humano y natural será favorecida.
      Y este cuerpo ya no existe. Un universo, una nébula, un ejército de soles con mundos habitados en forma de meso- y microcosmos ha completado su ciclo, ha pasado a la atmósfera brillante de un mundo superior, ayudado y vigilado por su propio macroindividuo.
      Pero sobre los desiertos oscuros, las torres y cúpulas blancas de los mausoleos comunes brillarán y lucirán hacia el cielo como un monumento al amor. El ángel de la paz ha andado por el mundo. Y donde ha pasado, ya no hay «muerte», «ni grito ni tormento».


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