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176. CAPÍTULO

Un funeral o ceremonia de entierro que es una bendición y está en contacto con las leyes eternas del amor y la vida

Sería mucho más saludable y hermoso, y por lo tanto más atractivo, si la ceremonia se pudiera completar en la capilla. De esta manera se librería a la reunión hermosa y amorosa de ser marcada por la tradición al aire libre antes mencionada junto a la tumba.
      Una vez presencié un funeral. Esta ceremonia terminó justamente en la capilla de manera que el ataúd, acompañado por una hermosa canción de un coro escondido, lenta y automáticamente descendió en una cavidad especialmente diseñado en el suelo y desapareció delante de la asamblea. Esta medida simbólica fue de un efecto absolutamente impresionante y en plena armonía con la naturaleza exaltada y seria del evento. Con eso la ceremonia había terminado y los participantes podían irse a casa.
      Que el ataúd desde el espacio debajo del suelo fue conducido a un horno de cremación, donde la muerte y el horror infernal en ignorancia ciega se desencadenaron sobre millones y millones de microindividuos orgánicos y animales, podemos nosotros, de acuerdo con todo lo que acabamos de saber sobre el proceso mencionado, por supuesto no tomar como modelo. Pero no hay, sin embargo, nada que impida que cualquier capilla pudiera ser organizada de la manera anteriormente mencionada con un ascensor en el cual el ataúd con su manta simbólica bordada de oro* podría estar durante la ceremonia y luego, en su momento, descender automáticamente a un lugar debajo del suelo. Así esta medida podría ser el final oficial de la ceremonia.
      Desde el lugar mencionado, la agencia funeraria misma podría proporcionar lo necesario, de modo que la colocación del ataúd en la tumba y las circunstancias asociadas se convirtieran en algo que no tuviera nada que ver con la ceremonia misma.
      Del mismo modo que uno no tiene que estar forzado a ver el cuerpo ser colocado en el fuego en una ceremonia de cremación, tampoco se tiene que estar forzado a ver la colocación del ataúd en la tumba y ser objeto de las desagradables circunstancias antes mencionadas.
      De acuerdo con la consideración a la vida de los microindividuos, que el incipiente desarrollo de la ciencia espiritual producirá, es obvio que el hombre avanzado dentro de este desarrollo no pueda utilizar fuentes de luz animales: velas, bujías, esteáricas etc., ya que dicho uso en sí mismo sería una cremación para los microindividuos animales o unidades de vida que componen la sustancia de la luz en cuestión. Por el contrario, la luz eléctrica será la más limpia y la más perfecta, y debe usarse donde sea posible.
      Al tomar en consideración los aspectos señalados aquí, uno ayuda a elevar su último saludo al «difunto» pariente o familiar, amigo o amiga a un nivel, donde no se adhiere mutilación, muerte, duelo y sufrimiento para ningún ser vivo. Se ha convertido en una bendición en contacto con el amor y las leyes eternas de la vida.
 
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* Más tarde Martinus recomendó que se use la bandera del Instituto (Símbolo No. 42, «La estructura de la bandera»).


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