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154. CAPÍTULO

La vida eterna no es una transformación de las leyes de la vida o de los demás hechos fundamentales de la existencia

Y a través de las siguientes palabras: «pero esta es la vida eterna, que te conocían a ti, el único Dios verdadero y al que enviaste, Jesucristo», Jesús mismo expresa que la vida eterna no es una transformación de las leyes de la vida, no es una conversión de los hechos de creación existentes en el orden mundial, no es un favor particular para algunos seres dignos, sino que al contrario es: un conocimiento de Dios y del que él envió, Jesucristo.
      Pero este conocimiento es ciencia espiritual pura. Es lo mismo que el conocimiento de la vida y la existencia, del universo, de las leyes eternas, de la irrevocabilidad y estabilidad matemática de los resultados de la vida. Con este conocimiento, el individuo definitivamente no ha sido asignado ninguna «vida eterna», dado que ya está en posesión de esa vida; pero con ese conocimiento, comienza su descubrimiento de ésta, su propia identidad inmortal. Y sólo con este descubrimiento puede comenzar su contacto con la inmortalidad. Y dado que, antes de que se haya establecido este contacto, precisamente se sentía como un ser mortal, que ha comenzado su vida al nacer y que de nuevo tiene que terminar ésta en la muerte, se convierte en verdad que la experiencia plenamente consciente y el disfrute de la vida eterna sólo pueden desencadenarse a través del conocimiento de Dios y del Hijo de Dios, cuyo conocimiento es nuevamente lo mismo que el «espíritu santo», la conciencia sagrada o el máximo conocimiento de la vida y del universo.


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