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120. CAPÍTULO

El sistema de manada o el principio de manada

En el reino animal, donde la vida es una lucha por la existencia, este sistema de manada tiene, obviamente, no sólo su justificación sino también es una gran necesidad natural para la conservación de las especies. Ante dificultades físicas comunes, ante la resistencia física común, los «enemigos» físicos comunes, la manada se defiende mejor que un individuo solo. El sistema de manada se ha trasformado, en efecto, en una tradición y la base, que sigue al animal a través de la evolución, hasta su apariencia como «hombre terreno». ¿Qué son las naciones, las religiones, las sectas, las asociaciones si no manadas individuales alrededor de una base común, de un objetivo común? – ¿Y cómo habrían surgido estas realidades, ¿cómo habrían entrado en la zona terrena y cómo han podido seguir manifestándose sin la «tendencia de manada» del individuo o el deseo instintivo de ir acompañado?
      Esta tendencia de manada es una ley natural en los primeros planos de existencia de la espiral de evolución, donde el individuo se encuentra todavía en «estado de embrión», es decir, donde aún no ha experimentado «el gran nacimiento» (ver Livets Bog, apdo. 20). Pero esa tendencia incluso se puede trazar hasta la misma materia física y allí aparece como una ley que hace que lo mayor siempre atraiga lo menor. Y es en virtud del mismo principio que estamos atados a la tierra, que nuestros cuerpos físicos no flotan por el espacio, de la misma manera que determina nuestro modo de andar y la naturaleza de todos nuestros demás movimientos. Toda la existencia física es una manera de jugar con este principio. Y en forma de la tendencia de manada el mismo principio también juega un papel importante en la sugestión divina.


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