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11. CAPÍTULO

Cuando la humanidad ha hecho de la violación del quinto mandamiento la culminación de deporte y placer

Comprender lo antinatural de la cremación obviamente no es fácil para individuos que todavía viven en una percepción primitiva de la vida y sólo pueden percibir a los hombres como las únicas formas de vida justificadas o como los únicos seres que se encuentran bajo la protección del quinto mandamiento. Hombres, que, de acuerdo a su estado primitivo o conciencia sin desarrollar, aún tienen que vivir en una capa de conciencia tal pagana o con tal percepción ingenua, no pueden, obviamente, sentir remordimiento por la privación de la vida de otras formas de seres vivos. De buena fe, e incluso, a veces en gran excitación y placer cazan y matan a los animales grandes en decenas, sí, incluso, compiten con otros asesinos de animales o «cazadores» para ver quién puede derribar o matar más animales, quién puede presentar el mayor «botín de caza». No se basa en la autopreservación, no se basa en la defensa propia, sino en muchos casos exclusivamente sólo en virtud del placer de matar, heredado del reino animal, que los hombres matan. La violación del quinto mandamiento se ha convertido en «deporte» para el hombre, alcanzando así su culminación. Y en las leyes de los hombres mismos, este «deporte» naturalmente encuentra su protección, especialmente porque a los hombres todavía les da placer el disfrute de la carne y la sangre. Y con esta protección de la mano, el individuo se cree libre de todas las consecuencias desagradables de esta su tendencia mortal y, así, desconocen por completo que existen leyes eternas que independientemente de las leyes terrestres, inevitablemente determinan que, «tal como el hombre siembra, cosechará» y que cada individuo así, con su manera de actuar, construye su futuro destino, de la misma manera como su destino presente es un resultado global de sus acciones desencadenadas en una vida pasada.


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