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108. CAPÍTULO

La admiración del hombre terreno general hacia las flores es de naturaleza mortífera para los mismos seres o formas de vida

Pero ¿qué hacen los hombres para recompensar a este océano de cariño? – ¿Son malos, son desconsiderados, son ingratos con las plantas? –
      A eso tenemos que contestar a favor de los hombres que apenas hay algún ser humano normal que tenga ánimo consciente de hacer daño a una planta y que en la naturaleza misma casi no existe nada que tenga un lugar tan grande en los corazones humanos como las flores. ¿No es difícil, fuera de los desiertos de piedra y la falta de espacio de las grandes ciudades, imaginarse un hogar privado, ya sea un castillo o una casa de campo, chalet o bungalow, sin rastros de jardín, de plantas o flores? – ¿No se han visto recientemente la aparición de grandes tiendas de flores, de grandes invernaderos y viveros extensos? – ¿No nos hablan sobre la indispensabilidad de plantas y flores en la existencia humana? –
      ¡De verdad! Los hombres tienen un gran amor por las flores. Pero este amor sigue siendo, dentro de cierto campo, bastante primitivo y sin cultura. Sobre la base de ignorancia y celo ciego este amor a menudo se vuelve tan duro que resulta en asesinato y mutilación para la planta. La distancia entre la forma de conciencia de la planta y la del ser humano terreno es demasiado grande. Y este último ser puede compararse, espiritualmente hablando, en relación a la planta casi como un elefante que quiere acariciar a una mosca y en eso llega a aplastarla. Esto se hace particularmente válido en los casos en que los hombres, en su admiración por la belleza de la planta, hacen uso de ésta para decorar cualquier objeto, ya sea un salón de fiesta o un ataúd. Aquí culmina la admiración de la planta en una masacre, ejecución o mutilación.


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