Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(34-44) 
.  
(1-4) 
 
Búsqueda avanzada
Véase el símbolo nº 44 en nueva ventana Índice de La Imagen Eterna del Universo, volumen 4   

 

 
Símbolo n° 44
La ley de la existencia: ¡Amaos los unos a los otros!
La ley de la existencia: ¡Amaos los unos a los otros!
44.1  La Tierra, un buque por el inmenso mar de la eternidad
Por el inmenso mar de la eternidad navega un pequeño buque. Viaja por el espacio del universo. Planea entre las estrellas. Se mueve por "el cielo". Este pequeño buque se llama "Tierra". Sus pasajeros más distinguidos son los seres humanos. Pero también tiene otros pasajeros, a saber, todos los demás seres vivos que pertenecen a las formas terrenas de vida. Es una especie de "Arca de Noé". Dicho buque sigue un rumbo determinado, que va tan lejos como "el mar". Este rumbo se llama "tiempo". Tiempo y eternidad tienen, de este modo, la misma extensión. Pero el tiempo está, al igual que todas las otras rutas concurridas o los caminos traficados, dividido en unidades de medida. La forma de unidades de medida que es percibida por el hombre terreno como mojones de su viaje cósmico es aquella que conocemos como años, meses, semanas, días, horas y segundos. De ellos, los años son los más importantes para este ser. Cada "año nuevo" es, de este modo, "un mojón" fundamental del viaje del hombre terreno con la Tierra a través del espacio. En este viaje hay, naturalmente, "mojones" para unidades de medida o distancias mucho más grandes, tales como siglos, milenios, millones de años; pero estas unidades son para "los viajeros celestiales" que han llegado a vivir en una capa de conciencia en la que mil años son como un día y un día como mil años. Y "pasajeros" de este tipo son todavía sumamente escasos en la Tiera. Para estos pasajeros este medio de transporte es todavía demasiado primitivo. Todavía no tiene "cabinas", "salones" ni "camarotes" lo suficientemente cómodos para un estado de conciencia semejante, apropiados para la verdadera manifestación humana o para seres que viven y perciben exclusivamente a través del "espíritu santo", para seres que, con su polo masculino y femenino en equilibrio, desde hace mucho tiempo han dejado tras sí la zona de los mamíferos y, como "hombre divino" acabado, han nacido en "el reino que no es de este mundo". Estos seres tienen sus "buques" especiales, mundos bellos y luminosos, oasis entre soles, armonía de colores, rayos y amor.
      Con la Tierra es distinto. Todavía no está construida para "viajeros celestes" de rango semejante. Sus más distinguidas salas de estar todavía deben ser consideradas como "establos", porque están previstas para seres con conciencia en parte animal, seres que, en virtud de la pesadez de la forma masculina y femenina de la zona de los mamíferos, siguiendo la naturaleza sólo pueden ver a su "prójimo" en el sexo opuesto y, por consiguiente, sólo pueden practicar para con éste algo del cumplimiento del gran mandamiento que dice amaos los unos a los otros o, tal como los animales, todavía sólo pueden comprender el amor por medio del matrimonio, la descendencia y la familia, sólo pueden, por lo tanto, vivir el amor en forma de capullo, no en forma de "flor" o de culminación. Los "pasajeros" más distinguidos de la Tierra todavía tienen que estar en un recinto junto con los animales, todavía tienen que "comer con los cerdos". La Tierra todavía es un "buque" para seres inacabados, "hijos pródigos", pero de viaje por "el cielo" con rumbo hacia el Padre eterno.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.