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La experimentación del fuego supremo por los seres superiores, y su aparición como los órganos de la conciencia y del amor de la Divinidad  2633. En virtud de que el hombre perfecto no es ningún ser de sexo masculino ni de sexo femenino, en estas circunstancias sus respectivos órganos sexuales sólo han pasado a existir, como ya se ha dicho, como rudimentos. La liberación del fuego supremo en los seres totalmente evolucionados y libres de reencarnación y, por consiguiente, totalmente espirituales ya no tiene lugar como un acto animal de apareamiento o reproducción, tal como es el caso en los todavía inacabados hombres físicos. Ahora, gracias a la bipolaridad, el fuego supremo o fuerza sexual ha pasado a ser la experiencia culminante de una penetrante irradiación de placer de la energía más suprema y divina que existe. Esta energía constituye el amor absoluto en su forma totalmente pura. Esta divina irradiación mutua de ser a ser tiene lugar en cada encuentro de un ser con otro ser. La mencionada irradiación mutua se despliega en un contacto que se convierte para ambas partes en la más alta o culminante experiencia común de luz. Esta experiencia de luz es el clímax sexual de los seres espirituales. Este clímax es aquí un proceso totalmente psíquico y, como se ha dicho, se libera en cada contacto de la irradiación mental de cada ser concreto con la irradiación mental de otro ser, correspondientemente espiritual. El contacto, en el que se une la irradiación mutua de la conciencia de estos dos seres, crea en estos dos seres superiores la más alta sensación de luz divina. Constituye, en realidad, para ambas partes la más alta sensación del encuentro con Dios. En esta experiencia del contacto, cada uno de los dos seres constituye, así, para el otro la más alta sensación de placer que, dicho brevemente, puede ser accesible a la percepción. ¿Cómo podría Dios revelarse o mostrarse de una forma más alta y perfecta que por medio de un órgano de revelación desarrollado por él mismo: el hombre a su imagen y semejanza? ¿No ha conducido, precisamente, a este ser a través de la culminación del contraste oscuro del universo y, en virtud de este contraste, ha conducido a este mismo ser hacia el más alto contraste del principio del ciclo, la luz o culminación de la luz y, así, ha iniciado al ser en la más alta sabiduría o amor universal verdadero y absoluto y, con ello, lo ha hecho experto, hasta la genialidad o la más alta perfección, en la solución del misterio de la vida y la consiguiente manera de ser de la Divinidad que es omnisciente, todopoderosa y ama con amor universal? ¿Cómo puede la Divinidad revelar su conciencia, sus deseos, sus anhelos y su voluntad si no es través de su altamente desarrollado órgano de manifestación y experimentación? Por encima del ser perfecto o acabado a imagen de Dios sólo existe la propia Divinidad de una manera absoluta. Por esto, la Divinidad no puede tener ningún órgano de conciencia más elevado que los seres de los ciclos que culminan en la más alta sabiduría, amor y, consiguiente, omnipotencia. Dios revela su conciencia y manera de ser por medio de estos seres. Y por encima de ésta no puede, de este modo, existir ningún mundo más elevado. Y donde no hay ningún mundo, no puede existir nada que pueda percibirse por los sentidos. Y donde no hay nada que pueda percibirse por los sentidos, no puede crearse ningún sentido. ¿Y para qué iban a usarse estos sentidos dónde no hay nada a percibir? ¿Y cómo podría un instrumento de percepción, que es perfecto al cien por cien, ser mejor o tener una estructura superior? La irradiación del pensamiento de los seres del amor o seres totalmente perfectos es tan perfecta o está tan totalmente desarrollada, que cada encuentro mutuo entre estos seres origina una experiencia común, que se percibe como la propia experimentación de la Divinidad y hace, así, del contacto mental o encuentro de estos seres una verdadera convivencia con Dios. La sabiduría culminante, la creación culminante, el amor culminante que se revelan mutuamente en el contacto de la irradiación de su pensamiento es lo más elevado de todo lo que, dicho brevemente, puede manifestarse de los aspectos culminantes del amor absoluto en su forma pura. En la profusión luminosa de este encuentro cósmico de los seres, y el consiguiente clímax del contacto se experimentan a sí mismos como los señores del espacio y del tiempo, en forma de eternidad e infinito y, con ello, experimentan su absoluta identidad con el yo eterno de la Divinidad, con la creación eterna de la Divinidad, con el experimentar eterno de la Divinidad. Con este estado de conciencia y con esta manera de ser, los más altos de la vida, los seres pueden ahora vivir y disfrutar al máximo, durante un tiempo inmemorial, del más luminoso y cálido sol cósmico de la vida junto al corazón de la Divinidad, hasta que, en un futuro inmensamente lejano, una emergente gran saciedad de esta luz divina, y el consiguiente anhelo del contraste a esta alta luz, lleva de nuevo a los seres hacia la época de reencarnación en materia física en la zona de existencia material de un nuevo ciclo cósmico de la espiral. Aquí, satisfacen o sacian todos sus anhelos de contraste a la luz divina. En virtud de esta saciedad de la oscuridad, los seres entran de nuevo en una inmensa época de experiencias y manifestaciones de luz en los mundos cósmicos de la nueva espiral. Estas experiencias de luz son la experimentación que los seres hacen de su identidad con la Divinidad, la eternidad y el infinito. Sus manifestaciones de luz son las de la Divinidad a través de la revelación del amor universal culminante, por medio de su creación en forma de su multitud de diversas formas de caricias reconfortantes y luminosas. En esta época de la culminación de la luz, todos constituyen los órganos de amor de la propia Divinidad.


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