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A lo que los seres son conducidos por la bipolaridad normal  2618. Como el ser bipolar nombrado ha pasado toda la esfera de la oscuridad y ha experimentado sus sufrimientos, tiene un talento extraordinario en el ámbito humano y, con ello, en el religioso. Por esto, tales seres se encuentran frecuentemente a la cabeza de misiones humanas. En virtud de su facultad de la intuición van teniendo, poco a poco, destellos cósmicos que dan lugar a fragmentos de la solución del misterio de la vida. Se convierten en «maestros» y «sabios» en campos religiosos superiores. Van camino de experimentar «el gran nacimiento» o iniciación. En virtud de esta iniciación, su conciencia es cubierta totalmente por el espíritu santo y adquieren conciencia cósmica permanente, se convierten en uno con Dios, se convierten en uno con el camino, la verdad y la vida. De esta manera, se convierten en totalmente soberanos y, a través de su conciencia cósmica permanente, tienen acceso, con conciencia diurna física totalmente despierta, a todas las grandes informaciones de la vida. Poco a poco dejan de encarnarse en la materia física. Sin embargo, bajo especiales condiciones pueden encarnarse en la materia física como verdaderos redentores del mundo o mesías. En esta misión, son portavoz y canal para la sabiduría y el amor que, en las determinadas situaciones o épocas, tiene que revelarse a los hombres para orientarlos y hacerlos avanzar hacia la gran soberanía cósmica, o los mismos grandes objetivos que ellos mismos han alcanzado y cuyo cumplimiento representan. ¿No es, precisamente, un ser así que reconocemos en Cristo? ¿No muestra, acaso, su Sermón de la Montaña y demás enseñanza que un ser así se ha convertido en uno con Dios y, con ello, en uno con el camino, la verdad y la vida? ¿No tenía él también un amor universal tan grande que en medio de su crucifixión, este terrible sufrimiento, podía amar a quienes lo crucificaban y desear que no recibieran de regreso el dolor y sufrimiento que le causaban? ¿Y no tenía él también el conocimiento cósmico que hacía que supiera que estos verdugos no sabían, en realidad, lo que hacían? ¿No vemos aquí un despliegue de simpatía verdaderamente altruista que sobrepasa largamente la simpatía del apareamiento, mantenida artificialmente, que conocemos con el concepto «enamoramiento» y que, en realidad, sólo puede mantenerse en virtud de un enamoramiento similar por parte del ser que es su objeto? No fue, por consiguiente, simpatía de enamoramiento ni amor de apareamiento lo que creó el perdón y la súplica en la conciencia de Jesús durante su crucifixión. Tampoco fue un estado de simpatía así el que dirigía su habla y manera de ser divinos. Su manera de ser irradia iluminando y centelleando por todas partes el verdadero amor total al prójimo, el estado de simpatía que lleva a los hombres a amar a su prójimo como a sí mismo, la fuerza que todo lo alumbra, que es la manera de ser de Dios y el tono básico y la fuerza vital del universo.


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