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Todos los seres vivos llegan en su resultado final a ser la imagen y semejanza de Dios, se convierten en un sol mental para su entorno y residen en «el reino de los cielos»  2612. Cuando, de esta manera, el ser se ha convertido por medio de la evolución en el hombre a imagen y semejanza de Dios, el mundo físico cesará de ser el lugar primordial para su experimentación de la vida. El ser ahora ya ha aprendido a actuar de una manera perfecta. Ha terminado su aprendizaje en la manera de ser cósmica, es decir, en la manera de ser de la Divinidad. La manera de ser totalmente perfecta de este ser, que es lo mismo que el despliegue total de amor al prójimo, que, a su vez, es lo mismo que sentimiento intelectualizado, se ha convertido en su despliegue automático normal. Su residencia absoluta son de aquí en adelante los mundos espirituales, desde donde en esta espiral ya no se encarnará más en el mundo físico. Dado que un ser así forma, como se ha dicho, parte de los órganos primarios de experimentación y manifestación de la Divinidad, no es extraño que la oración de los seres a Dios se dirija hacia estos altos mundos que, de esta manera, constituyen la conciencia primaria de la Divinidad. Cuando Cristo enseñó a los hombres a dirigir su oración a Dios con las palabras: Que estás en los cielos, es a través de los seres de estos mundos que la Divinidad experimenta las oraciones de quienes oran y, así mismo, da a quienes oran y a otros en necesidad ayuda por medio de estos seres de los mundos superiores. Cuando el rey Salomón, en la consagración de su gran templo, expresó: si ni los altísimos cielos pueden abarcarte, cuanto menos esta casa que yo he construido... es también a estos mundos espirituales o región primaria de la conciencia de la Divinidad que este sabio rey hace alusión. Cuando Cristo dice: «el reino de los cielos», es, así mismo, a los seres de los mundos superiores más allá de los físicos y a su modo de ser que hace alusión. Todos los hombres inacabados de la Tierra están siendo formados para este alto estado, tanto si su destino físico es, en el momento presente, luminoso como oscuro. Todos los fenómenos aquí, en el reino humano terreno inacabado, se basan exclusivamente en el perfeccionamiento del hombre para que totalmente falto de egoísmo se convierta en un sol mental o espiritual luminoso y cálido para su entorno. Y, así, todos los hombres llegarán a ser idénticos a la imagen y semejanza de Dios.


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