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Si el ser vivo no se encarnase en la materia del mundo exterior  2609. Si las leyes de la vida no condicionasen que los seres del reino de la bienaventuranza pudieran comenzar a encarnarse de nuevo en las materias del mundo exterior, la experimentación de la vida no podría continuar de ninguna manera. Ninguna experimentación de la vida podría ser posible. La experimentación de la vida que los seres hacen en el reino de la bienaventuranza también es, claro está, limitada. Es esta limitación la que hace que sean conducidos hacia la encarnación en las materias de los mundos exteriores. Por mundos exteriores hay que entender aquí los mundos espirituales y el mundo físico, que es, claro está, el mundo más exterior del ser vivo. Pero si esta conducción del ser hacia las materias de los mundos exteriores no existiera, la facultad de la conciencia o de experimentar la vida del ser tendría que cesar totalmente. Y el ser continuaría su existencia sin ningún análisis, aparte del único análisis: «algo que es». No habría vida, conciencia, experimentación ni creación. Aquí vemos que es una necesidad, absolutamente condicionante de vida, que los seres puedan, así, renovar su facultad de experimentar la vida. Es en esta renovación que se basa toda su facultad de experimentar la vida. Sin ella, ninguna experimentación eterna en absoluto de la vida para ningún ser.


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