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Los seres totalmente bipolares son los órganos de manifestación y experimentación de la conciencia primaria de la Divinidad  2604. El amor universal es, como ya se ha dicho, lo mismo que la manera de ser de Dios. Es este despliegue de la conciencia y manera de ser de Dios lo que es fomentado en virtud de la bipolaridad de todos los seres que se han convertido en «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Son, por lo tanto, todos los seres que han alcanzado «conciencia cósmica» total y el consiguiente organismo evolucionado los que pueblan y tienen su residencia en el verdadero reino humano, el reino de la sabiduría, el mundo divino y el reino de la bienaventuranza del ciclo cósmico de espiral. Estos habitantes de los mundos cósmicos son los instrumentos perfectos y, con ello, primarios de manifestación de la Divinidad. A través de estos seres, la Divinidad gobierna y dirige todo el universo con sus océanos de creaciones de organismos de los seres vivos, planetas, soles y galaxias o conglomerados de estrellas, tanto en las espirales del macrocosmos como en las espirales del microcosmos y mesocosmos. Todos estos seres constituyen, así, como ya se ha dicho, los órganos de la conciencia primaria de la Divinidad. Todos estos seres residentes en los más altos mundos del ciclo de espiral constituyen, en virtud de su bipolaridad, seres que están totalmente por encima de la simpatía del enamoramiento o apareamiento. Hace tiempo que han sobrepasado la culminación de los sufrimientos y, por lo tanto, están por encima de la reencarnación o renacimiento en la zona de existencia física. En virtud de su sabiduría y naturaleza amorosa total o culminante, en forma de «conciencia cósmica», se han convertido en uno con el camino, la verdad y la vida y, con ello, en uno con Dios. Estas poblaciones primarias de los más altos mundos de los ciclos de espiral constituyen, como ya se ha dicho, la zona de la conciencia primaria de la Divinidad. Estos seres son, así, los órganos primarios de percepción, experimentación y creación de la Divinidad. Sin estos seres la Divinidad no tendría ninguna conciencia en absoluto. La Divinidad sería un «algo» eternamente existente sin vida, sin conocimiento, sin poder o, dicho brevemente, totalmente sin manifestación. Este «algo» eterno, que es la Divinidad soberana del universo, el origen vivo del universo y que todo lo abarca, sería un «algo» eternamente no manifestado. No habría ningún universo. No habría ni tiempo ni espacio. La existencia de este «algo» divino sólo existiría toda la eternidad como una quietud absoluta y, con ello, como una absoluta muerte eterna. Pero, sin embargo, ahora lo contrario existe como un hecho. La Divinidad constituye, ciertamente, un «algo» eternamente existente, pero, gracias a la multitud o infinidad de seres vivos de la Divinidad en todas clases de etapas evolutivas y de creación, esta existencia eterna no es una muerte eterna, sino una vida eterna.


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