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El paso de la conciencia diabólica a la verdadera conciencia humana no es fácil.  2590. A medida que la facultad mencionada se desarrolla en el ser, éste va teniendo mayor sensibilidad con respecto a otros hombres, y a todas las otras formas de vida. Pero antes también tiene que experimentar aquí diversas molestias. El paso de la conciencia diabólica a la conciencia humana no es fácil, aunque la naturaleza hace que suceda de manera relativamente lenta. Dado que la conciencia diabólica, o sea, la conciencia animal sobredimensionada, es diametralmente opuesta a la verdadera conciencia humana, no es extraño que, desde un punto de vista puramente mental, aquí tengan lugar grandes conflictos. Y aquí entramos, precisamente, en un campo mental donde el conocimiento material, por lo demás tan genial, no puede ayudar. Mientras este conocimiento en tantos campos físicos puede ayudar a los hombres con respecto a sus dificultades puramente corporales externas y hasta cierto grado, también con respecto a sus enfermedades físicas, sólo puede ayudarlos muy poco o no puede ayudarlos en absoluto en las dificultades de su transformación mental. Estas dificultades son, claro está, de índole puramente anímica y están ubicadas en la parte de la estructura cósmica del ser inaccesible para los sentidos físicos. Como la ciencia materialista no puede pesar ni medir la estructura anímica del ser y expresarla en kilos, litros, metros y centímetros o cosas parecidas, de la misma manera que tampoco puede observar con ningún telescopio ni microscopio al verdadero hombre originario espiritual o eléctrico, que está ubicado en el «algo» o procede de este «algo», que experimenta y manifiesta o crea y se revela a través del organismo, no acepta a este ser verdadero en el ser. Es esto del ser lo que constituye su yo o ente, su supraconciencia, en virtud de la cual puede sobrevivir la destrucción de su organismo físico o la presunta «muerte». Pero la estructura de este algo apareciendo, así, como cósmica no es, como sabemos, accesible para los sentidos físicos. Y la ciencia materialista no puede convertirse en experta en analizar o interpretar algo que no puede observar físicamente, y en cuya existencia no puede, por consiguiente, creer.


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