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Las dos disposiciones para la simpatía del hombre inacabado  2586. Ahora hemos comprendido que en la psique del hombre terreno se desarrolla una simpatía o una disposición para la simpatía totalmente distinta a la de apareamiento o matrimonial. Y hemos visto que esta simpatía nueva, a medida que se desarrolla y se hace valer, se convierte cada vez más en una dura rival de la simpatía de apareamiento o del matrimonio. Mientras el ser, antes de que este nuevo desarrollo tuviera lugar, sólo podía sentir simpatía en virtud de su facultad de enamoramiento y hacia el objeto de esta facultad, la nueva simpatía no depende en absoluto de una facultad de enamoramiento. Donde está totalmente desarrollada, es por sí misma lo mismo que verdadero amor fundamental. En virtud de este estadio, en el que está totalmente desarrollada, su origen no tiene corazón para hacer daño a otros seres. Las situaciones en las que los hombres pueden tener corazón para hacer daño muestran, claro está, que aquí su verdadera facultad de amar todavía no está desarrollada. Fuera de esta frontera de lo que los hombres no pueden tener corazón de hacer nada contra su prójimo, son en un grado correspondiente seres inacabados. Aquí, fuera de esta frontera, la manera de ser o la relación del ser con su entorno todavía es dictada por su estado unipolar, es decir: por el egoísmo o interés propio. El hombre terreno inacabado constituye, por lo tanto, un ser cuya psique está dividida en dos estados mentales. Constituye un estado en el que es egoísta o interesado y actúa según el principio: Que cada cual piense en sí mismo. Este estado es su tendencia originaria heredada del instinto de conservación del animal. El otro estado es un incipiente amor al prójimo generado por medio del estado de sufrimiento experimentado hasta ahora. Esta forma de simpatía se diferencia de la simpatía de apareamiento o el otro estado mental del hombre por el hecho de fomentar, cada vez más, el principio «que cada cual piense en su prójimo» o el de «mejor dar que tomar».


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