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El desconocido amor al prójimo o la incipiente facultad de amar a su prójimo como a sí mismo  2584. Así, también se ve aquí que el precepto absolutamente más grande y más vital de la ley de la vida es que hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Como el despliegue de la facultad de la inteligencia al servicio del egoísmo, el asesinato y la mutilación sólo origina sufrimientos, y éstos originan, a su vez, la facultad humana o comienzo de la verdadera facultad de amor al prójimo, con esta nueva facultad el ser comienza, claro está, a dar luz y calor a su entorno. Esta simpatía o incipiente facultad humana es la base de la gran cantidad de leyes y decretos jurídicos que hay en los estados, así como de todas las formas de asistencia y ayuda a personas desdichadas y necesitadas que hay en la sociedad, empresas filantrópicas, becas y fundaciones para ayuda y apoyo del arte y la ciencia, lucha contra las enfermedades y mucho más, aparte de que las personas también viven, en gran medida, con una creciente simpatía o sentimiento humano entre ellas. Esto se ve de manera especial en catástrofes, donde las personas se encuentran en una gran desgracia y necesidad. Es muy alentador y reconfortante ver cómo las personas pueden hacer grandes esfuerzos para recolectar dinero, ropa y otros objetos de utilidad para ayudar a las personas siniestradas. Esto no es sólo frecuente con respecto a personas desdichadas y en necesidad dentro del propio estado, sino que la ayuda también se organiza cuando se trata de personas siniestradas fuera del propio estado y nacionalidad. En tales situaciones se ve la simpatía o amor, muy frecuentemente oculto cotidianamente, que, en realidad, está en mayor o menor grado presente en la gente en general. Pero cuanto menos desarrollada está esta facultad para el amor, son necesarios acontecimientos más catastróficos para que reaccione y para que su origen muestre empatía, sobre todo hacia extraños o seres por lo demás ajenos a este origen. Para dicho origen es fácil sentir empatía o amor hacia los seres por los que de antemano tiene simpatía, por ejemplo, su cónyuge, sus hijos, sus padres y hermanos u otros con los que, de una manera u otra, se ha unido estrechamente, pero esta simpatía no es suficiente. Está muy lejos de ser el resultado final del desarrollo del amor. Esta simpatía no puede abolir ni la guerra ni la necesidad en el mundo. Sólo cuando la simpatía ha crecido hasta abarcar también a personas extrañas, es más, incluso a personas que nos han dado molestias o nos muestran hostilidad, entonces comienza a ser un factor para la creación de la paz. Cuando la disposición para la simpatía de un ser y la facultad humana o amor al prójimo, que es un resultado de ella, ha alcanzado una capacidad tal, entonces comienza a abolir la guerra en la psique de su origen. Entonces comienza a salir el sol del amor sobre la oscura noche de los teatros de la guerra. Entonces los terrenos muertos de los teatros de la guerra, tanto en el interior de los hombres como en su mundo exterior, se convierten en luminosos y cálidos asoleados parajes, donde a los hombres les será bueno estar. Y es, precisamente, el desarrollo de esta simpatía lo que nace por medio de los campos de batalla privados y públicos del día de juicio final o de la actualidad.


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