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Por qué la existencia cotidiana de los hombres inacabados tiene que ser un teatro de la guerra  2583. Ahora hemos visto cómo el animal con inteligencia humana se convirtió en casi una divinidad en relación con la existencia del animal, por lo demás predominantemente normal. Pero esta «divinidad» se convirtió, en gran medida, en una divinidad animal, puesto que la inteligencia de este ser estuvo cada vez más dominada por las tendencias animales: el egoísmo o propio interés. De esta manera, este ser se convirtió, en realidad, en el contraste total al verdadero Dios. Se convirtió, como se ha dicho anteriormente, en un ser diabólico. Casi tiene la inteligencia de un dios, al mismo tiempo que sólo tiene una disposición para la simpatía que no está demasiado por encima de la de los animales. Y este ser tampoco conoce un principio de protección mejor que el que se desencadena en forma de creación de las más poderosas armas de asesinato y aniquilación, con la consiguiente ampliada capacidad bélica. Es natural que la vida cotidiana de muchos seres se convierta en un teatro de la guerra, donde sólo se conoce la paz en forma de armisticio armado. Paz absoluta verdadera no existe, así pues, en la Tierra. Esta paz sólo puede existir entre seres que no tienen en absoluto corazón para hacerse la guerra. Todas las demás formas de paz son inestables, si no son puramente ilusorias o constituyen un armisticio camuflado. Los hombres carecen de amor verdadero. En realidad, no carecen de inteligencia, pero carecen, precisamente, de este amor, para poder dirigir por medio de él su inteligencia y manera de ser, de modo que puedan aparecer como el hombre a imagen de Dios.


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