Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(2396-2664,E) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

No es extraño que el cristianismo no se convirtiese en cristianismo en su forma pura  2576. Pero no sucedió así con todos los contemporáneos de Jesús. Aquí había una inmensa mayoría que no tenía en absoluto tal material de experiencias de sufrimientos y destinos desdichados de vidas anteriores, que hicieran que tuvieran una mentalidad humana así. Y al no tener una mentalidad así, no tenían, claro está, ninguna necesidad de orientación de cómo tenían que revelar o manifestar de manera justa esta mentalidad a su entorno. Y así ha habido hombres en cada generación, desde que comenzó la predicación de Jesús, que todavía no tenían una evolución en el ámbito humano y no habían tenido suficientes sufrimientos y experiencia en este ámbito. Y como estos hombres han sido una gran mayoría y, con ello, los más influyentes, no es extraño que el cristianismo no se convirtiera en «cristianismo en su forma pura». Quienes no podían comprender la predicación de amor al prójimo o humanitarismo tuvieron, claro está, que seguir siendo «paganos», lo cual quiere decir que siguieron siendo seres en los que la moral de la guerra y la lucha era lo que primero concebían en su propia mente con respecto a su prójimo. Había, de esta manera, seres que estaban predestinados al cristianismo en su forma inicial y lo aceptaban de todo corazón, pero, como se ha dicho, en las sociedades había una gran mayoría que todavía no eran receptivos para este cristianismo en su forma más alta y noble. Por lo tanto, se alteraron sus grandes y altos ideales y en cierto grado se los adaptó a las propias ideas paganas o bélicas y lo transformaron en religión del estado. Se bendijo el uso de la espada en vez de abolirlo. Y se cultivó la capacidad de multiplicar el principio mortífero, de manera que se podía exterminar a los enemigos a millones y aniquilar totalmente sus hogares, bienes y existencia física en pocos segundos. Y la experiencia ha mostrado que, en determinadas situaciones, no se retrocedía ante el hecho de manifestar esta capacidad. Con esta ignorancia del mandamiento o enseñanza del cristianismo, sobre que hay que amar a los enemigos y bendecir a quienes maldicen a uno y hacer el bien a quienes odian a uno y pedir por quienes ofenden y persiguen a uno, no es extraño que los hombres llegaran a crear y experimentar una época de juicio final, de la misma manera que tampoco es extraño que esta forma de cristianismo poco a poco se haya ido despoblando. Pero los que, en las sociedades, tenían madurez para el cristianismo eran la buena tierra en la que éste se guardó y propagó. Y los que no tenían madurez para él y, en realidad, no lo aceptaban en su corazón, forman, en mayor o menor grado, parte de la mala tierra en la que siembra y cosecha se malogran. ¿Cómo podría ser de otra manera? La buena tierra es la condición absoluta para la correspondiente buena cosecha.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.