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Por qué las naciones cristianas no han cumplido el mandamiento de Jesús de amar a su prójimo, pero, en cambio, crean guerras sangrientas y procesos de muerte  2574. Para que uno pueda comprender una orientación teórica es, por consiguiente, necesario que uno tenga de antemano, y de manera terminante, experiencias con las cuales pueda relacionarse una orientación del exterior. La orientación extraña y el estadio evolutivo del ser tienen que estar tan emparentados que se pueda establecer contacto entre estos dos fenómenos. En caso contrario, la orientación se convierte en increíble o se percibe como fantasía por el alumno o aquel al que se dirige. Se vuelve irrelevante. ¿Y no es, precisamente, esto lo que vemos cuando experimentamos como las palabras de Jesús sobre el amor al prójimo, sus palabras sobre que quien a espada mata, morirá él mismo a espada y muchos más de sus mandamientos divinos son ignorados? Este ignorar, ¿no es, precisamente, subrayado por la moral de asesinato que las naciones que se llaman cristianas siguen representando? ¿No tienen, incluso, directamente lugar muertes y asesinatos autorizados en forma de ejecuciones y castigos? Tenemos que aprender a ver que la orientación moral, incluso cuando es predicada por los más grandes seres de la humanidad en humanitarismo y amor, nunca puede ser otra cosa que algo secundario en la transformación de los seres. Lo más importante de esta transformación es absolutamente la propia influencia directa de la Divinidad sobre el ser, por medio de las manifestaciones de la naturaleza, y las propias experiencias hechas por el ser a través de ella. Estas experiencias y vivencias hechas por el propio ser con respecto a la naturaleza y el entorno son las que, en primer lugar, cuentan y se convierten en lo principal de la transformación del ser de animal en hombre, de la misma manera que también era la naturaleza que influía sobre la planta y la transformaba en animal. Las experiencias y vivencias de otros sólo pueden así, en el mejor de los casos, ser secundarias.


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