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La simpatía matrimonial no es un acto de voluntad, sino el resultado de fuerzas que dictan la voluntad  2562. Aquí vemos que la causa de que tenga lugar tanto abandono en el matrimonio es un estado anímico profundo que le dificulta y, a veces, le impide al ser cumplir las prescripciones matrimoniales heredadas del pasado, cuyo objetivo es que un matrimonio tiene que durar toda la vida terrena, y están formuladas como la más alta moral. Esto quiere, a su vez, decir que la promesa matrimonial que los seres se hacen mutuamente, para que su vida común o matrimonio pueda ser legalizado, es que tienen que prometerse mutuamente simpatía matrimonial el resto de su vida terrena actual. Como esta simpatía es la base indispensable para una subsistencia feliz del matrimonio, no puede, naturalmente subsistir felizmente cuando esta simpatía, este fundamento de la felicidad matrimonial se tambalea o quiebra. Pero, ¿qué hombre inacabado puede garantizar la inalterabilidad de su psique en el futuro? ¿Cómo puede un ser darle con seguridad a otra persona una promesa, cuyo cumplimiento depende de un fenómeno psíquico que él mismo no domina y que quizá ni sospeche que existe? El matrimonio se basa en una fuerza muy distinta a la que puede ser dirigida por la voluntad. Si la fidelidad conyugal sólo fuera un acto de voluntad, basado únicamente en algo que pudiera ser dominado fácilmente por la voluntad, tal como normalmente se domina lo que se quiere comer y beber, si uno quiere ponerse de pie o estar sentado, esto no sería, en realidad, ningún problema. Pero lo que es un problema en los matrimonios desdichados no es la voluntad del ser, sino, al contrario, las fuerzas que son más fuertes que la voluntad y, por consiguiente, se convierten en su dictador.


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