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La degeneración de la unipolaridad y los incipientes efectos del amor al prójimo  2557. Los hombres luchan y luchan para ser totalmente felices en el matrimonio, pero para una gran cantidad de estos hombres resulta ser en vano. Su estado unipolar está tan altamente degenerado, que ya no puede fomentar ningún matrimonio perfecto ni feliz. Pero, el propio ser ignora casi siempre esto totalmente, precisamente porque su instinto sexual sigue haciéndose valer. A esto hay que añadir que en la opinión general se mantiene tan fuertemente que el matrimonio es absolutamente la única forma de vida prescrita por Dios, que el ser no sospecha en absoluto que la especial naturaleza de sus disposiciones para el matrimonio o apareamiento está degenerando. Y si comienza a sospechar esta naturaleza, cree precisamente, debido a la antedicha opinión, que su especial estado matrimonial es anormal, que es un estado contra el que hay que luchar, como si esta lucha pudiera llevar al ser de regreso a la culminación total de la unipolaridad. Es natural, que en estas circunstancias no pueda ser feliz en el matrimonio. Conjuntamente con esta degeneración, la simpatía del amor al prójimo también comienza a hacerse valer. Lo que sucede es, precisamente, que en la psique del ser comienza a nacer una simpatía que está totalmente fuera de la simpatía del matrimonio o apareamiento, y debilita esta última simpatía. Aunque la simpatía de apareamiento aún es la dirigente, no puede impedir que se haga sentir en el ser la nueva simpatía, el incipiente estado de amor al prójimo. A medida que esta nueva simpatía aparece en los seres, su manera de ser también se convierte en simpatía hacia otros seres que los seres que son los objetos de la simpatía de apareamiento. Los cónyuges pueden tener estrechas amistades íntimas, fuera de su matrimonio, con seres de ambos sexos de ideas afines y no dependientes de la simpatía de apareamiento. Esta simpatía, no dependiente de la simpatía de apareamiento, es la simpatía que también se conoce como «sentimiento de amistad» que, en cierto grado, sirve de base para las reuniones sociales. También la encontramos, a veces, entre vecinos y otras personas que en la vida cotidiana tienen que convivir o, de otra manera, están conectados, por ejemplo, en relaciones de negocios, en asociaciones, en política, deporte y concepto religioso, y cosas parecidas. Estas formas de reunirse son, ciertamente, soportadas en algún grado por «la mentalidad de masas», pero aquí y allí también se encuentra en estos círculos entre estos seres la incipiente verdadera simpatía, que es mucho más profunda que la mentalidad de masas. Esta mentalidad es una fuerza que es fomentada por el instinto de conservación y sólo se despliega porque, en mayor o menor grado, es una condición de vida. Por consiguiente, no constituye para los seres ninguna manera de ser altruista. El sentimiento de amistad no es, al contrario, ninguna condición de vida. Es un sentimiento que se produce, en mayor o menor grado, porque verdaderamente se siente de corazón simpatía o amistad hacia los semejantes en cuestión. Y cuanto mayor sea este sentimiento de amistad, se pueden manifestar actos más altruistas al objeto de este sentimiento. Aquí encontramos, por lo tanto, un incipiente amor verdadero al prójimo, una simpatía que, en su forma pura, no es fomentada por ningún instinto de apareamiento o matrimonio. Cuanto más evolucionados están los hombres, más tienen de esta simpatía que se manifiesta fuera de la simpatía de apareamiento. Esta simpatía hace que las mujeres puedan ser muy buenas amigas, sentir mucha amistad mutua, de la misma manera que los hombres pueden, así mismo, tener una gran y profunda amistad con otros hombres. Si estas amistades entre las mujeres y entre los hombres no tienen un acento sexual, no perturban de ningún modo los matrimonios de estas mujeres y estos hombres. Las amistades pueden ser objeto de gran alegría y bendición para los seres en cuestión. Pero una bendición así, dada por esta clase de amistades, sólo es posible si la simpatía de la amistad se encuentra en su forma pura y, por consiguiente, no tiene un acento sexual.


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