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Cuando el hombre ya no tiene corazón para cumplir la ley de Moisés: ojo por ojo y diente por diente  2502. Cuando, de esta manera, el hombre terreno inacabado ha avanzado un buen trecho por su esfera de sufrimientos o época de juicio final, surge, por consiguiente, el deseo y el interés de adquirir conocimiento, en virtud del cual pueda adquirir la facultad de desarrollar lo humano en su propia psique y, con ello, vencer su propia naturaleza animal. Este desencadenamiento de la naturaleza del mal o de lo animal en el hombre desaparecerá, claro está, totalmente, de modo que el ser luego ya no tendrá corazón para hacer el mal, es decir, practicar la mortífera ley de Moisés «ojo por ojo y diente por diente». Es precisamente esta ley que es el fundamento del reino animal y particularmente en el hombre terreno primitivo. La conciencia animal en forma pura no conoce ninguna otra ley. Sus orígenes tienen que defender su vida con vida. No saben nada de perdonar a su prójimo u otros seres. Esto no forma parte de su esfera. Pero en el reino humano en su forma pura, la ley de Moisés no existe en absoluto. Aquí existe, al contrario, el total conocimiento o sabiduría que le muestra al hombre que ningún ser puede manifestar un estándar de vida o concepción de la vida superior a la más alta que puede manifestar en el estadio evolutivo al que pertenece. Una manifestación y un conocimiento que pertenecen a un estadio superior a aquel en el que el ser se encuentra no pueden ser, en absoluto, normales o perfectos para este ser. Cada manifestación del ser tiene, naturalmente, que ser limitada por la capacidad o nivel de inteligencia que caracteriza al estadio, y es su más alto resultado. Es imposible que el ser manifieste, en su pensamiento y manera de ser, un estadio evolutivo que se encuentre por encima del estadio al que él pertenece. Es por esto que todos los seres en absoluto tienen que ser perdonados, cuando no pueden cumplir la moral y la manera de ser que se encuentran por encima de su estadio evolutivo y de la consiguiente capacidad limitada de conciencia. Como ya se ha dicho, esto no significa, naturalmente, que no haya que protegerse contra las manifestaciones peligrosas de hombres todavía muy primitivos, pero esta protección no tiene que ser dirigida por odio, ira o amargura hacia estos seres.


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