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La intención de la vida con respecto a la manifestación y experimentación de conciencia diabólica por parte de los seres  2489. ¿Qué es lo que, en realidad, vemos cuando observamos la antedicha «conciencia diabólica»? ¿Es la intención de la vida o el plan de Dios que esta conciencia diabólica, y la consiguiente existencia de juicio final saboteadora de la vida sean el punto culminante de la existencia humana terrena? No, no lo es en absoluto. La intención de la vida o el plan de Dios es, al contrario, que esta conciencia diabólica tiene que ser el punto culminante de lo contrario a la intención de la vida y la consiguiente manera de ser que constituye el amor absoluto. Dicha conciencia diabólica no se le puede, por consiguiente, reprochar a nadie. No hay un solo hombre terreno que haya podido actuar de manera distinta a aquella con la que ha actuado, en las situaciones determinadas que han creado esta existencia de cataclismo o día de juicio final. Es, evidentemente, imposible que un ser vivo actúe de manera diferente a la que, de acuerdo con el entendimiento, la inteligencia y el conocimiento, ha alcanzado con su evolución. No puede de ninguna manera actuar de acuerdo con unas experiencias y un conocimiento que no tiene. Castigarlo y ejecutarlo a causa de esto es la culminación de la necedad, ya que la venganza y el castigo no pueden en absoluto transformar a los seres en ángeles, sino que, al contrario, eliminan la protección contra la venganza y el castigo en los seres que llevan a cabo la venganza, el castigo o la ejecución. Esta culminación de la experimentación de la oscuridad de la vida es, así pues, una parte vital de la creación del hombre por Dios. Por las religiones o tradiciones religiosas sabemos que la intención de Dios no es sólo crear un hombre, sino también darle a este hombre una forma de vida especial, a saber, su propia forma de vida. ¿Cómo podría si no la forma de vida del hombre convertirse en la imagen de Dios? Que esta tradición es verdadera se convierte en un hecho a través de todo el proceso de transformación o a través de la evolución en que podemos ver se encuentra el hombre terreno. Ya sabemos que ha evolucionado desde la forma de vida de planta hasta la forma de vida animal, y ahora ha llegado al cumplimiento de la parte de la creación de Dios en la que se ha convertido en un genio en la creación del modo de ser oscuro, es más, culmina directamente en «la conciencia diabólica». Ningún ser puede adentrarse más en la oscuridad. Pero esta existencia es absolutamente necesaria para que el ser pueda comprender lo que significa lo contrario o el contraste a la oscuridad, es decir, la luz. Sin esta comprensión, el ser no puede llegar nunca a convertirse en experto en la manifestación de la luz y, por lo tanto, tampoco puede convertirse en el hombre a imagen de Dios. La imagen de Dios es lo mismo que la mentalidad de Dios. La mentalidad de Dios es una psique o conciencia en la que el ser conoce, de manera absoluta, tanto la mentalidad de la oscuridad como la mentalidad de la luz. Pero un conocimiento así sería totalmente imposible si, precisamente, no se manifestara la oscuridad. ¿Cómo podría un ser adquirir conciencia de una sensación de placer si nunca hubiera tenido acceso a experimentar una sensación desagradable? ¿Cómo se podría saber que algo era bueno, si nunca se hubiera experimentado su contrario? Por esto, la creación del hombre por Dios tiene que consistir en darle la posibilidad de transgredir las leyes cuyo cumplimiento en el modo de ser da lugar a la culminación de la vida en la luz, la felicidad y bienaventuranza o alegría culminante de existir.


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