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El estado de los polos de los seres y la aparición a imagen y semejanza de Dios  2480. Este fuego supremo reside en la supraconciencia de cada ser vivo, en dos órganos cósmicos, especialmente destinados a él, que conocemos como «el polo masculino» y «el polo femenino». En virtud de que estos dos polos se encuentran en un estado eternamente cambiante, de modo que los seres aparecen alternativamente como unipolares y bipolares, su facultad de experimentar la vida está, de manera correspondiente, caracterizada y formada por esto. Si el polo masculino del ser está en su culminación, su polo femenino está en estado latente. Y el ser es, además de ser un ser de sexo masculino, un «animal» en forma pura. Si el polo femenino del ser está en su culminación, su polo masculino está latente, y el ser es totalmente un ser de sexo femenino, al mismo tiempo que también es un «animal» en forma pura. Si los dos polos del ser tienen la misma capacidad y se encuentran en un despliegue igual de grande, el ser ya no es un ser de sexo masculino ni un ser de sexo femenino, sino que constituye, al contrario, un «ser de sexo completo» que, a su vez, en su más alto despliegue es lo mismo que «el hombre absolutamente perfecto a imagen y semejanza de Dios». De esta manera, se comprende aquí esta semejanza con la Divinidad, dado que la Divinidad no es, claro está, «ser de sexo masculino» ni «ser de sexo femenino», no es ni «hombre», ni «mujer». La culminación de la experimentación de la vida por los seres vivos en la época de luz o los reinos superiores está, así, condicionada por su estado de seres de sexo completo, de la misma manera que es el estado de seres de medio sexo lo que condiciona que se encuentren en el reino animal o en la culminación de la experimentación de la vida de la época oscura.


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