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Dios, el hijo de Dios y los seres vivos  2475. Esta separación de los demás seres existentes es, así, un fenómeno creado. Pero un fenómeno creado no puede constituir el verdadero análisis de la situación. Sólo puede ser un contraste imaginario a lo absoluto. Y aquí lo absoluto es el yo que, precisamente, constituye el propio algo vivo de cada ser vivo. Como este algo no constituye un algo manifestado, no tiene ninguna limitación. No tiene ningún principio ni fin. Es imposible dividirlo. Por esto, sólo puede definirse como un algo indivisible. Pero puesto que este algo es indivisible, es el mismo algo que se encuentra en cada ser vivo como su yo. El yo de cada ser vivo constituye, así, el mismo algo. Como este algo no puede dividirse, se convierte en un hecho que los seres, en virtud de este algo o yo, visto cósmicamente están todos indisolublemente vinculados. Todos los seres vivos constituyen aquí, de esta manera, una unidad cósmicamente inseparable. Es esta unidad la que, como se ha mencionado, constituye la Divinidad eterna. Como el yo de todos los seres juntos constituye, así, el yo de Dios, todos se convierten, por lo tanto, en idénticos a Dios, aunque, en virtud de la estructura de su individualidad, cada individuo concreto sólo puede ser denominado legítimamente un «hijo de Dios».


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