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El destino de los seres es un efecto de su propia manera de ser desplegada ante toda la otra vida del universo  2468. Pero, para que la experimentación de la vida sea perfecta no es suficiente con que estos dos principios de manifestación existan y le den al ser libre albedrío para hacer lo que quiera. Estos principios aún muestran otro principio, a saber, que crean «causa» y «efecto». El yo del ser vivo puede hacer libremente lo que quiera, pero, en cambio, tiene que experimentar los efectos del despliegue de su voluntad. Si da lugar con su manera de ser o manifestación al principio de la oscuridad, sufrirá los efectos de este principio en su experimentación de la vida. Estos efectos se convierten en su destino. Éste se convierte, así, de manera correspondiente en oscuro, o sea, en desdichado o lleno de sufrimiento. Si el ser da lugar al principio de la luz con su manera de ser, los efectos de esto crearán de manera correspondiente luz en su experimentación de la vida. Entonces tiene un destino luminoso y feliz. Debido a estos dos principios de vida de la estructura del universo, los seres vivos son, así, en un sentido absoluto, los señores de su propio destino. Por lo tanto, son absolutamente responsables tanto de su destino o experimentación de la vida oscura como luminosa. Ningún otro ser vivo puede ser responsable de su destino. Otros seres sólo pueden ser los instrumentos o medios de Dios para el desencadenamiento de los efectos que regresan al ser. Pero no pueden, en ningún caso, ser la verdadera causa. Sólo pueden ser la causa de su propio destino, tal como aquí hemos expresado.


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