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Por qué todo es muy bueno  2453. En virtud de este sutil sistema, de este orden mundial divino que lo domina todo, existen vida y existencia como culminación de la propia justicia y, con ello, del amor. En virtud de esto, todos los seres que hoy no son perfectos se volverán perfectos. Todos los seres que hoy viven en la oscuridad vivirán, así mismo, en la culminación de la luz, de la misma manera que todos los seres que hoy viven en la discapacidad y el dolor vivirán en la mayor normalidad divina y el consiguiente bienestar culminante. Ningún ser puede experimentar sufrimiento y dolor o un destino oscuro sin que sea en virtud de su propia manera de ser. Según los análisis cósmicos, sabemos que los seres vivos tienen, necesariamente, que experimentar una época en la que culminan en la oscuridad, para después cualificarse para poder experimentar una época en una correspondiente luz culminante. Ambas épocas son absolutamente igual de necesarias. Si no existiera la oscuridad, sería imposible la existencia de la luz. Y si no existiera la luz, sería imposible la existencia de la oscuridad. Donde no hay contrastes es imposible que existan detalles. Y donde no hay detalles no hay nada en absoluto que percibir ni experimentar. Y donde no hay nada que experimentar, no puede existir ninguna conciencia. La oscuridad, la época de juicio final o cataclismo, en la que los hombres de la Tierra viven hoy, es, por consiguiente, una necesidad vital para la posterior evolución y perfeccionamiento de la humanidad. Es una disposición divina que constituye nada menos que un fundamento para la creación de la experimentación de la vida eterna de los seres. Aquí vemos, así, cómo el orden universal divino cumple las palabras divinas: «Todo es muy bueno».


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