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El fundamento moral inalterable de la religión mundial cristiana en su forma pura  2431. ¿Cuál es el fundamento moral de la religión mundial cristiana? El fundamento moral de la religión mundial cristiana es idéntico a la moral universal cósmica, interplanetaria. A esta moral universal cósmica la conocemos aquí, en Occidente, principalmente por el redentor del mundo Jesucristo, en cuya vida y manera de ser fue revelada a los hombres. Entre otras cosas, se concentró en las siguientes palabras: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. – Amarás al prójimo como a ti mismo. – Amad a vuestros enemigos y bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos; porque hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos. Que si no amáis sino a los que os aman, ¿qué recompensa habéis de tener? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? – Y si no saludáis a otros que a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de particular? ¿No hacen los paganos lo mismo? – Sed, pues, perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» No dijo también: «Vuelve tu espada a la vaina, porque todos los que se sirvieren de la espada a espada morirán – Así, haced vosotros con los demás todo lo que deseáis que hagan ellos con vosotros, porque esta es la ley y los profetas.» ¿No tenemos, precisamente, aquí una moral que constituye el único camino absoluto hacia la verdadera paz y la abolición de la guerra, tanto entre naciones o estados como entre hombre y hombre? ¿Puede una moral ser más grande que ésta? ¿Puede una manera de ser, basada al cien por cien en ella, ser más perfecta? Quien la practica de todo corazón ama a sus enemigos, bendice a los que lo maldicen, del mismo modo que pide por los que lo ofenden y persiguen. ¿Cómo puede surgir aquí una guerra? Un ser así no puede, por lo tanto, ofenderse, no puede enojarse, no puede tener celos, no puede tener envidia, del mismo modo que, naturalmente, tampoco puede perseguir ni oprimir ni, de otra manera, molestar y ofender a sus semejantes. Uno sólo desea alegrar y hacer bien a quienes ama. Con esta manera de ser, uno es incapaz de sentir odio, ira o amargura. ¿No fue también esto lo que se manifestó en la cruz del Gólgota? ¿No se vio aquí que el redentor del mundo no miraba a sus verdugos como enemigos? Comprendió que no sabían lo que hacían. Por eso les perdonó su manera de ser hacia él y además pidió que no fueran castigados por ella. ¿No tenemos ante nosotros al hombre totalmente perfecto y su manera de ser? Un ser así, ¿no es, precisamente, uno con Dios en su manera de ser? ¿No fue la crucifixión, precisamente, una revelación de una manera de ser que no puede ser superada? ¿Puede ser una manera de ser más grande que poder amar a sus enemigos tanto como se ama a los propios amigos o a sí mismo? De hecho, ¿no significa esto que en este estadio humano divino no se puede sentir enemistad hacia nada ni hacia nadie? Poseer una manera de ser así es lo mismo que dejar que la propia luz ilumine y dé calor con la misma fuerza a malos y buenos y a justos e injustos, y, con lo cual, nosotros, al igual que Dios, lo abrazamos todo incondicionalmente con la profusión de rayos de nuestro amor. Aquí hemos llegado a la manera de ser cósmica, que todos los análisis cósmicos de la presente obra apoyan como tono básico o ley de vida del universo, cuyo cumplimiento es la propia paz eterna que, a su vez, es la condición para la verdadera profusión de luz de la vida eterna en la experiencia real, con conciencia diurna despierta, del ser.


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