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Por qué la humanidad terrena tiene que vivir en guerra y temor a la guerra o en una civilización mundial que, ante todo, sólo constituye una tregua armada  2426. Toda la humanidad está, así pues, en guerra y lucha por los bienes materiales de la Tierra o regalos de la vida donados por la naturaleza o la Divinidad a los hombres. Desde el punto de vista cósmico, estos bienes de la vida no están destinados en absoluto a tener que ser la propiedad privada de ningún hombre ni ningún grupo de hombres. Sin embargo, todos estos bienes de la vida están hoy retenidos como propiedad privada, en parte por naciones o estados y en parte por grupos de hombres, familias y sociedades anónimas o, dicho brevemente, por el grupo de hombres que conocemos con el concepto «el dominio del capital» ¿Cómo pueden los pozos de petróleo, los minerales y todos los demás productos de la naturaleza ser propiedad privada? ¿No son, precisamente, productos para la vida que les han sido dados a los hombres, lo mismo que la luz del sol, el aire y el agua? Si los hombres hubieran podido, la luz del sol, el aire y el agua haría tiempo que habrían sido tomados y convertidos en propiedad privada de grupos concretos de hombres enérgicos y ambiciosos. Pero, afortunadamente, no se ha podido hacer de estos últimos productos una propiedad privada. Con ello, la Tierra ha sido, sin embargo, salvada de una cierta despoblación, que habría tenido lugar porque entonces habría habido hombres que no habrían tenido recursos para pagar lo que estas cosas necesarias habrían costado. Por lo que respecta a los productos que se encuentran en el seno de la Tierra, ha sido posible hacerlos propiedad privada de hombres o grupos de hombres concretos, de manera que otros hombres tienen que pagar dinero para tener parte en ellos. Que los hombres tengan que pagar para tener acceso a estos bienes es, naturalmente, obvio. Pero lo que legítimamente tendrían que pagar no son los productos, sino, en cambio, la habilidad humana y el trabajo que extrae los productos del seno de la Tierra y los hace útiles para la existencia humana. Lo que aquí se paga además de esto es, en realidad, una especie de robo, aunque es verdad que no se percibe así en la moral, de aceptación general, que rige la vida actual. De esta manera, en la citada moral hay muchos agujeros, es decir, situaciones en las que los hombres pagan dinero por productos de los que visto cósmicamente son, en realidad, copropietarios. Que esta relación tan inacabada entre las cosas, además de los muchos otros ámbitos donde los hombres también están muy inacabados, tanto en su mentalidad como en su manera de ser, no puede crear para los hombres de la Tierra la forma de existencia humana acabada, perfecta y verdadera se da, naturalmente, por descontado. Además, esta forma de existencia está demasiado lejos para poder entrar en la longitud de onda del tono básico del universo que es el amor absoluto. Es por esto que también vemos a los hombres de la Tierra vivir en un estado de guerra permanente, donde aquí y allí, y algunas veces puede haber una tregua temporal. En los continentes de la Tierra todavía no se produce una paz verdadera y absoluta como un fenómeno colectivo general. Puede producirse, al máximo, en hombres concretos que han alcanzado en la vida cotidiana la manera de ser de la paz en su actitud hacia otros seres vivos. La manera de ser humana terrena general, debido a su estado humano todavía muy inacabado, todavía mantendrá en el futuro, durante un tiempo, a los hombres atados a una cultura mundial que, por sí misma, en grandes campos no constituye en absoluto ninguna cultura verdadera, sino que, al contrario, sólo constituye un campo de discordia o una tregua mantenida a fuerza de las armas. Que los hombres, bajo estas circunstancias, tengan que vivir en un estado de permanente temor a la guerra que, además, los lleva a crear todavía más armas de guerra más aterradoras y mortíferas es obvio y, especialmente, mientras en su ignorancia cósmica todavía no comprenden el camino de la paz.


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