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La creación del reino mundial no es una cuestión de poder ni de dictadura, sino exclusivamente un asunto de evolución 41. Que el estado mundial con todos sus bienes, tanto físicos como cósmicos, no puede de ninguna manera ser creado por medio de poder ni dictadura. Por consiguiente, no hemos revelado estos análisis de este futuro estado universal, este divino reino mundial en la Tierra para, con ello, crear un partido político que con violencia y poder tenga que imponerlo hoy. Ningún grupo humano, terreno de poder material o religioso, que se ha designado a sí mismo, puede crear dicho estado mundial divino. No es nada que se pueda crear, como se pueden crear plantas industriales, obras arquitectónicas, fábricas, vías férreas, puentes, presas etc. de tipo material físico. La creación del estado mundial es la creación de una mentalidad, lo cual, a su vez, quiere decir que es una creación psíquica, cósmica o espiritual. El fundamento de esta creación es el principio cósmico del ciclo de la espiral. Este principio es el mismo que condiciona el desarrollo del niño, desde el estado fetal y a través de la infancia, juventud y vejez. Este principio se activa por leyes que no son en absoluto dirigidas por ninguna voluntad. De este modo, no se puede dirigir a un niño a que repentinamente sea una persona adulta. Tampoco se puede obligar a un hombre con una inteligencia ordinaria a que repentinamente sea un genio. No se puede obligar a un vikingo a que repentinamente sea un cristo. Como la creación del estado mundial sólo puede llegar a existir como un resultado del crecimiento de la mente del hombre de «animal» en «hombre» en el ciclo cósmico de la espiral, los hombres tienen, naturalmente, que haber completado este crecimiento antes de que dicho estado o reino mundial pueda convertirse en un hecho. En realidad, una parte muy grande de hombres todavía no han avanzado tanto en este crecimiento que puedan ver o percibir que, precisamente, se encuentran en dicho crecimiento. ¿Cómo van a poder estos hombres con pensamiento animal, y una mentalidad o psique todavía infectada de una antipatía más o menos mortífera, entender o comprender una mentalidad que carece totalmente de las disposiciones y tradiciones animales, que todavía forman parte de la moral heroica y el buen tono de dichos seres? Su facultad de llegar a entender y de comprender está, evidentemente, inalterablemente limitada por el estadio evolutivo en que se encuentran actualmente. Y, claro está, es precisamente esto lo que no se puede cambiar con dictadura, tortura ni castigo. Conducir a un ser vivo de un estadio evolutivo inferior a uno superior tiene, como ya se ha dicho, exclusivamente lugar en virtud de las leyes del ciclo de la espiral, que forman parte de las leyes eternas, sobre las que ningún ser vivo puede tener la más mínima influencia. Forman parte de las leyes eternas que garantizan, de manera absoluta, a todos los seres vivos una facultad eterna de experimentar la vida. Es en virtud de estas leyes eternas del ciclo que existe la primavera, el otoño, el invierno y el verano, tanto físico como mental. Estas estaciones del año revelan, de nuevo, el principio de contraste eterno en el que se basa toda experiencia sensorial y creación. Las leyes eternas del ciclo fomentan, así mismo, la reencarnación, en virtud de la cual los seres alternativamente tienen la ocasión de experimentar la culminación de la oscuridad y la culminación de la luz. Por medio de la experimentación de la culminación de la oscuridad, la facultad de percepción y creación de los seres se cualifica y adquiere madurez, para poder vivir tiempos incalculables en los supremos mundos cósmicos de luz en contacto total con la Divinidad eterna. Pero, para poder conocer o percibir una cosa, hay que conocer su contraste. Para comprender o entender que algo es agradable, algo es bueno, algo es divino, hay que conocer su contraste. Sin la experiencia de malestar, es imposible percibir o conocer la experiencia de placer. Sin la experiencia de algo malo, la experiencia de algo bueno no puede conocerse. Sin la experiencia de algo diabólico, la experiencia de algo divino tampoco puede conocerse. Ninguna experiencia puede, así, conocerse sin su contraste. Por esto, los seres vivos, cuando han vivido tanto tiempo en las más altas regiones de la luz, conviviendo con Dios, que los recuerdos de las regiones de la oscuridad de un ciclo de espiral anterior comienzan a borrarse y, con ello, su contraste a la luz disminuye, y su facultad de experimentar en las regiones de la luz disminuye de manera correspondiente, tienen que ser conducidos de nuevo hacia las regiones de la oscuridad. Reviviendo el estado culminante de las regiones de la oscuridad, los seres adquieren de nuevo tanta conciencia de la estructura y detalles de la oscuridad, que, así, pueden de nuevo experimentar la más alta luz y así sucesivamente. Toda la oscuridad del mundo es, así, una renovación de la facultad eterna de los seres de experimentar la vida. Sin esta renovación, la facultad de los seres de experimentar y crear no podría de ninguna manera existir. Como el estado mundial, con la estructura que aquí hemos expresado, es la más alta región de luz en la zona de existencia física, tampoco puede crearse ni experimentarse si no es en relación con las experiencias de oscuridad que los seres han hecho hasta el momento. Como todavía hay una gran zona de oscuridad por la que los hombres de la Tierra tienen que pasar para poder adquirir el contraste a la luz, en virtud del cual se pueden entender y comprender la Divinidad y los ideales del estado mundial, se convierte en un hecho que su creación no es una cuestión de poder y dictadura. Al contrario, es exclusivamente una cuestión de evolución, es decir: una cuestión de cuánta oscuridad con enemistad, guerras, destrucciones y sufrimientos todavía tienen que atravesar los hombres antes de que su conciencia se haya desarrollado tanto a favor de la luz que con el cerebro, el corazón y la intuición puedan hacer realidad los ideales del reino mundial en su propia manera de ser interior y exterior y, con ello, ser cada uno una de «las células» que conjuntamente con otras «células» afines puede constituir el reino de luz que es el objetivo de la vida y el plan de Dios con la humanidad ya antes de que existiera el mundo.


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