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El estado inacabado o no evolucionado de los hombres no puede cambiarse con intolerancia, odio ni castigo 25. Que las leyes jurídicas y la justicia actuales son altamente imperfectas. Esta justicia está formada por las clases de pensamientos a las que ha podido dar lugar el estadio evolutivo de los hombres terrenos corrientes. Naturalmente, no han podido promulgar leyes jurídicas ni crear una administración de justicia según las clases de pensamientos de los estadios evolutivos que se encuentran todavía más altos y que, por lo tanto, aún no tienen ni idea de que existen. Las clases se pensamientos morales situados por encima constituyen, como sabemos, lo siguiente: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». «Haced vosotros con los demás todo lo que deseáis que hagan ellos con vosotros». «Como el hombre siembre, así cosechará». Por lo que respecta a perdonar a su prójimo, en los climas de pensamientos superiores, divinos también se expresa que no hay que perdonar siete veces al día, sino al contrario hasta setenta veces siete veces al día. Aparte de esto, existe el quinto mandamiento: «No matarás», mandamiento del cual todos los otros diez mandamientos son una prolongación. Aunque estos climas de pensamientos divinos han sido predicados a los hombres durante milenios, todavía no han logrado cambiar a la humanidad, de modo que no haga la guerra, no mate, no castigue ni vengue, deje de crear armas mortíferas geniales que, precisamente, aumentan millones y millones de veces la capacidad de la facultad de asesinato y mutilación. Los hombres todavía tienen, en gran escala, más confianza a estas máquinas de infierno de la guerra como un medio para crear paz, felicidad y alegría en la civilización mundial, que tienen confianza al auténtico y verdadero, y con ello inevitable, camino hacia la paz, a saber, sembrar con la propia manera de ser la semilla de la paz en la mente del prójimo. ¿Cómo van a poder alcanzar los frutos de la paz: la alegría y la felicidad sin sembrarlos? ¿Cómo se podrá lograr cosechar otra cosa que los frutos de la guerra: muerte, desdicha y sufrimientos sembrando solamente la semilla de la guerra? Mientras los hombres todavía tengan tan poco conocimiento de la estructura cósmica, divina del universo que no comprendan que es imposible cosechar los frutos o bendiciones de la paz sembrando guerra, alcanzar las bendiciones de la verdadera y auténtica paz será algo imposible. Las maldiciones o frutos de la guerra tienen, necesariamente, que madurar y culminar en el destino de los hombres. También forma parte de la cosecha de las desdichas y sufrimientos la matanza de millones y millones de animales por los hombres, es más, incluso mamíferos, a cuya especie todavía ellos mismos en gran medida pertenecen, tanto física como anímicamente. Aquí hay que advertir que no formulamos estos análisis como un reproche al hombre carnívoro. Vive, como en manada, en la superstición de que no puede vivir sin alimento animal. Come, por lo tanto, con buen apetito entrando, así, en la época de desdicha y sufrimiento que la alimentación animal, de manera creciente, genera en el hombre, según evoluciona cada vez más en pensamiento y humanitarismo y, con ello, se transforma cada vez más en hombre. Con esta transformación de animal en hombre, el ser pasa a estar bajo leyes y condiciones de vida totalmente distintas. Cuanto más cambia con respecto a la naturaleza anímica de la fiera, más cambia también su organismo físico. El objetivo de la vida no es que el futuro hombre a imagen y semejanza de Dios siga devorando los cadáveres de los organismos de sus semejantes y, así, viva a lo grande a costa de la muerte y destrucción de estos seres. Creer que la siembra de esta semilla no regresa a su origen, con la correspondiente muerte y destrucción, es un error absoluto. Para el hombre evolucionado, no es en absoluto ninguna condición de vida que tenga que ser carnívoro o consumidor de cadáveres de animales. El colosal tanto por ciento de hombres que están enfermos y para los que, en realidad, no se pueden encontrar hospitales con la rapidez suficiente convierte esto en un hecho. ¿No son los hospitales, precisamente, pequeñas ciudades en las ciudades? ¿Y dónde se ha hecho hoy un hospital superfluo por falta de pacientes? ¿No se construyen, precisamente, cada vez más hospitales? ¿Se ha visto en algún lugar que se vaya en la dirección opuesta, de modo que haya cada vez menos enfermos, a pesar del crecimiento de la ciencia médica y de los colosales sacrificios de quienes la practican, y quienes son sus ayudantes para ayudar y liberar a los enfermos de sus sufrimientos? Las muchas enfermedades con la denominación de «cáncer» y otros fenómenos que destruyen el organismo animal, ¿no son, precisamente, expresión de que los hombres no saben proteger y cuidar su más noble instrumento de experimentación de la vida u organismo físico? Recordemos de nuevo aquí que esta actitud física de los hombres ante la vida no es maldad, sino que se debe, exclusivamente, a ignorancia cósmica. Aquí, al igual que en todas las demás situaciones que causan sufrimiento, no hay, por consiguiente, nada que reprocharles a los hombres. Sólo tenemos la tarea de mostrar la causa y el efecto a aquel que, precisamente, busca este conocimiento. Nuestra misión es mostrar dónde se encuentran los hombres en la escala evolutiva y por qué tienen, precisamente, que vivir con guerra y sufrimientos o cataclismo, tienen que vivir en la desdicha y la humillación. Ni el cristianismo, ni el budismo ni el islam han podido convertir a la humanidad en ángeles o seres de paz total. Sólo la propia experiencia de los efectos desagradables o dolorosos de las causas erróneas generadas por los seres puede ser lo principal en la transformación de animal en hombre. Cuando los hombres, por medio de este proceso de transformación, han llegado tan lejos que se dan cuenta de su propia ignorancia, entonces los análisis y la orientación pueden, en cierto grado, conducirlos el último trecho de camino hacia el objetivo: «el gran nacimiento», tras el cual entonces aparecen como el hombre acabado o «el hombre a imagen y semejanza de Dios».


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