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«El algo» divino o «X1». La facultad creadora o «X2» y «X3». La actitud instintiva del ser vivo hacia la Providencia o Divinidad 12. Que cuando el universo está formado por organismos, por medio de los cuales se generan creaciones y experiencias lógicas, estos organismos tienen que estar vinculados a «un algo» que es el origen de este proceso conjunto de experiencias y creaciones en el universo. Porque sin un origen así, tanto la experiencia como la creación son totalmente imposibles. Tanto una facultad creadora como una facultad de experimentar no pueden existir de otra manera que como una cualidad de «un algo vivo». ¿Quién estaría, si no, interesado en crear y experimentar? Como este «algo vivo» es el creador y, por consiguiente, siempre será el origen de lo creado, en sí mismo no puede tener ningún otro análisis que constituir «un algo que es». Sobre este algo no podemos decir que es malo ni bueno, que es grande ni pequeño. No podemos decir que es hermoso ni feo. De hecho, es totalmente indiferente lo que podríamos decir sobre este algo, sólo puede constituir algo que este algo ha creado. Pero, algo que el algo ha creado es imposible que sea su análisis, dado que existía antes de que iniciara la creación. Por lo tanto, carece, precisamente, de nombre por propia naturaleza. Por esto, aquí, en Livets Bog, lo hemos expresado como «X1».
      Este algo divino tiene, así, una facultad creadora. Como esta facultad está compuesta de todas las facultades existentes conjuntamente, tampoco puede tener ningún análisis en las dimensiones de espacio y tiempo. Tampoco puede haber sido creada, ya que toda creación surge de ella. Es, por consiguiente, eterna en su naturaleza y, así mismo, carece por naturaleza de nombre, aparte de constituir «algo que es». Por lo tanto, hemos expresado esta facultad creadora como «X2».
      Como todo lo que existe como fenómenos del universo en el espacio y el tiempo, es generado por la ya mencionada facultad creadora, todos los contrastes o contrarios existentes habrán sido, por lo tanto, generados en virtud de la misma facultad creadora y consistente en todas las demás facultades creadoras. De este modo, el resultado conjunto de esta facultad creadora eterna carecerá, de la misma manera, por sí mismo totalmente de análisis. En su resultado total existe tanto el mal como el bien, la falta de amor como el amor, lo oscuro como lo luminoso, lo primitivo como lo intelectual, etc. Esto quiere, a su vez, decir que este resultado total es tanto malo como bueno, está tanto falto de amor como es amoroso, es tanto oscuro como luminoso, tanto primitivo como intelectual, etc. Pero, algo que es tanto malo como bueno, no es, claro está, malo ni bueno. Algo que está tanto falto de amor como es amoroso, no está, evidentemente, falto de amor ni es amoroso. Dicho brevemente, como todos los contrastes o contrarios se anulan, así, mutuamente en el resultado conjunto de la facultad creadora eterna, este resultado tampoco puede tener ningún análisis, aparte de constituir «algo que es». Por consiguiente, a este tercer «algo» sin nombre lo hemos expresado como «X3».
      Hemos llegado al análisis más profundo del universo. Aquí vemos que este universo constituye un «algo» sin nombre. Vemos que tiene una facultad creadora, en virtud de la cual puede experimentar y crear y, por lo tanto, vive en el resultado de esta facultad creadora. Estos tres fenómenos: «X1» o «el algo» que experimenta y crea, que corresponde al «yo» de los seres vivos, «X2» que constituye su facultad creadora, y por medio de la cual también tiene lugar su experimentación, y «X3» que constituye el resultado de esta facultad de crear y experimentar, es decir, organismo y conciencia, constituye, de esta manera, exactamente las tres condiciones que se requieren para que un «algo» pueda aparecer como un ser vivo. El universo es, así pues, un ser vivo existente en el que todos nosotros vivimos, nos movemos y somos. No es extraño que los seres vivos, en virtud de su órgano del instinto, se orienten hacia este ser gigante, que se nos presenta a todos como la Providencia o Divinidad, todavía mucho antes de que hayan desarrollado su facultad de la inteligencia. Esta orientación instintiva hacia la Providencia la vemos a través del grito de angustia o muerte del animal, aunque esta orientación sólo es para el propio animal una función automática no consciente. Por lo que respecta a los hombres primitivos, esta orientación se pone en funcionamiento teniendo como base una fuerte fe religiosa, de tipo instintivo, a la existencia y manera de ser de una providencia o poderes superiores.


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