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La Divinidad como padre y protector de todos los seres vivos  2394. Aquí vemos la indispensable solidaridad que hay entre las manifestaciones de todos los seres vivos. Vemos cómo estas manifestaciones no pueden de ninguna manera tener lugar sin, precisamente, esta solidaridad. ¿Cómo podría un hombre existir y tener una vida normal, si no existieran otros hombres? ¿Cómo podría un ser formar su vida y su manera de ser, si los demás seres no existieran? Aquí vemos, además, cómo esta solidaridad está impregnada del especial principio divino que, hasta cierto grado, se conoce como el principio paterno. Este principio supone que ningún ser indefenso nunca puede estar sin una ayuda o protección espiritual total. Así, vemos que ninguna cría de los animales con una evolución avanzada y, así mismo, de los hombres todavía inacabados puede nacer si no es en virtud de una pareja de padres. Estos dos seres están destinados a ser los legítimos ángeles de la guarda terrenos o físicos del hijo. Así mismo, también la redención del mundo y toda ayuda es llevada de los seres más sabios y humanos a los seres menos sabios y con menos sentimiento. Y también es en virtud de este principio que los seres vivos pueden dirigirse a la Divinidad tanto en forma del grito de muerte del animal en inminente peligro mortal como del hombre en su oración a Dios, totalmente regulada conscientemente. Todo un mundo de seres de la zona espiritual está en alerta permanente para ayudar a todos los seres necesitados y desamparados de la zona física. Ningún ser vivo puede estar fuera de esta protección, si no es debido a su propio eventual malentendido y la consiguiente mala voluntad y protesta. Pero también en este caso se vela con paciencia ilimitada sobre un ser así y se pone ayuda en marcha tan pronto como su propia voluntad ya no es ningún impedimento, y él mismo siente necesidad de ayuda. Para los seres menos evolucionados y los animales, esta ayuda tiene lugar de manera puramente automática, pero en estrecho contacto con las leyes de la vida. Sólo se convierte en una bendición total en situaciones donde es una ayuda para que el ser cumpla las determinaciones de las leyes de la vida. No puede deshacer ni anular los principios que rigen la vida ni, por ejemplo, liberar a los animales del matadero o salvar a los hombres de un destino que, ciertamente es sufrimiento, pero es una necesidad absoluta para el perfeccionamiento de la evolución del ser en humanitarismo e intelectualismo. La misión de esta ayuda cósmica divina es ayudar a todos los seres a estar en contacto con las determinaciones de la vida en el estadio evolutivo en que se encuentran. Todos los muchos estadios evolutivos tienen sus correspondientes ángeles de la guarda. Aunque los seres, en ciertas situaciones, no puedan ser liberados de todos los efectos, desagradables y fomentadores de dolor, de los actos que ellos mismos han originado, pueden recibir la absolutamente necesaria ayuda espiritual amorosa en forma de fortaleza, fuerza y aliento para poder soportar este destino sin perder el estado normal de salud mental. Y es este principio protector cósmico, permanente e inconmovible el que deja que la Divinidad se muestre como un padre universal vivo, en el que todos estos ángeles de la guarda son órganos de amor. Y es esta protección y ayuda a los necesitados, revelada a través de la solidaridad de estos ángeles de la guarda, lo que constituye la más fundamental revelación de la existencia y el amor universal de la Divinidad y la omnisciencia y omnipotencia aquí entrelazada. Este amor a todo y a todos, manifestado a través de los seres, se manifiesta a través de todos los seres vivos que expresan y fomentan la conciencia primaria de Dios y convierten en un hecho que tras estos seres sublimes del ciclo de la espiral existe un único gran deseo de ayudar y proteger a todos los seres vivos hasta tal grado y en tal forma que la ayuda se convierte en bendición al cien por cien para el propio ser. Pero, un deseo que constituye una fuerza espiritual conjunta, que, gradualmente, puede animar a los seres vivos y llevarlos a ser instrumentos de amor y, con ello, ser también órganos de sabiduría, puesto que el verdadero amor es una combinación de alto intelectualismo y sentimiento culminante, convierte en un hecho que el origen de este deseo también existe. Porque un deseo sólo puede surgir de un origen vivo. Y este origen del deseo del perfeccionamiento de los hombres a través del amor sólo puede ser idéntico al absolutamente único ser de su especie, que conocemos como la Divinidad omnisciente, todopoderosa, que ama con amor universal y que todo lo abarca.


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