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(1939-2395) 
 
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Los ciclos de la espiral como expresión de los órganos de renovación de la vida de la conciencia de Dios  2392. Aquí, en los análisis y forma de pensar cósmica hemos encontrado, así, la solución del enigma del universo y, con ello, de la vida en forma de un ser vivo, todopoderoso, eternamente existente, cuyo organismo es el universo y cuyos órganos vitales o instrumentos de percepción son todo los seres vivos existentes. También hemos visto aquí que todos los seres vivos están cósmicamente conectados con todos los demás seres vivos y no podrían vivir y manifestarse sin su existencia. Hemos visto que cada uno de nosotros constituye un órgano vital de este ser, y que nuestro destino, o especial forma de experimentar la vida, está, precisamente, determinado exclusivamente por la calidad de esta identidad nuestra. Hemos visto que los seres vivos pueden ser seres degenerados y durmientes en el mundo exterior (seres de bienaventuranza), y pueden ser vida que comienza a despertar en forma de plantas, animales y hombres inacabados. Así mismo, pueden ser hombres evolutivamente acabados a imagen y semejanza de Dios y, de esta manera, ser seres de sabiduría y seres residentes en el mundo divino. Que la calidad intelectual y humana de estos seres determina su lugar particular en la conciencia de la Divinidad como sus órganos vitales y de manifestación es, naturalmente, obvio. Hemos visto que estos seres vivos u órganos de experimentación de la vida y de manifestación de la Divinidad están sometidos a un principio, el principio del ciclo de espiral, que los hace avanzar a este o aquel reino o zona de experimentación de la vida o manifestación física y espiritual, con la cual su transitoria cualidad como órgano vital de la Divinidad está en sintonía o contacto. En virtud de este principio divino del ciclo cada ser vivo está, así, cósmicamente visto, en su lugar absolutamente justo, donde puede prestar el mejor servicio con su cualidad transitoria como órgano vital de la Divinidad y, con ello, puede, lo antes posible, hacer las experiencias que pueden seguir desarrollando su cualidad de órgano de experimentación y manifestación y llevarlo a estar como órgano vital en sintonía con la cualidad superior siguiente, y así continuando, hasta que su cualidad y manera de ser haya alcanzado la perfección y constituya, así, un ser culminante en sabiduría, amor e intuición que ha experimentado el gran nacimiento y, como órgano de la culminación de la experimentación de la vida y la manifestación de la zona de la conciencia primaria de Dios, se haya convertido en uno con Dios. Desde aquí, cuando surja la necesidad de ello, entrará otra vez, en la zona de renovación o evolución de un nuevo ciclo.


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