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| Una zona donde los órganos de experimentación de la vida de Dios, los seres vivos, han degenerado y no son conscientes en el mundo exterior | 2389. Como hemos visto, la Divinidad tiene una zona de conciencia cuyos órganos sensoriales o de la vida, es decir, los seres vivos han degenerado y sólo tienen una conciencia latente. Que la manifestación de la Divinidad, o universo, no puede ser perfecta a través de ella es obvio. Con instrumentos u organismos imperfectos no puede darse ninguna manifestación o experimentación de la vida perfecta. Y es, precisamente, en virtud de esto que esta parte de la conciencia de la Divinidad se muestra en la existencia como una zona oscura, el reino animal y la zona de existencia del hombre imperfecto. Esta zona de existencia constituye, por consiguiente, la zona para todos los órganos vitales o seres vivos de la conciencia de Dios en los que la facultad de experimentar la vida, el deseo e interés por las experiencias de la vida está agotado y, con ello, ha degenerado. Es en este estado degenerado y latente que los seres se encuentran en el reino de la bienaventuranza y sólo pueden experimentar sus recuerdos. De esta conciencia latente y restringida al recuerdo evolucionan, de manera que de nuevo pueden manifestarse en el mundo exterior. Y estos seres son a los que hoy vemos poblar el reino vegetal y animal, al que el hombre terreno inacabado todavía pertenece. Que la zona de vida de estos seres inacabados de la conciencia de la Divinidad tiene que ser una culminación de la ignorancia y del andar a ciegas, a través de equivocaciones y manifestaciones erróneas peligrosas y los consiguientes destinos desdichados, es evidente. Que es casi imposible que los propios seres en cuestión puedan percibir esta zona como algo de la conciencia y manifestación de Dios es igual de evidente. |
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