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| La Divinidad y la oración del ser vivo | 2383. ¿Puede Dios oír cuando un ser concreto lo llama? ¿Puede experimentar cuando un hombre, por medio de la oración, se dirige a él? Dios escucha las oraciones de todos los seres vivos, independientemente que se presenten en forma de grito de muerte o en forma de palabras y frases llenas de devoción. Pero, como la Divinidad constituye todo el universo, no es un ser que esté sentado en algún lugar, sino que tiene, sin ninguna excepción, su oído, su vista o su facultad de experimentar con los sentidos en todas partes. Pero, como los órganos de percepción y manifestación de Dios son los seres vivos, tanto del microcosmos y macrocosmos, como del mesocosmos, está, por consiguiente, en condiciones de experimentar en todas partes y bajo todas las formas y en cada zona de existencia. Si un hombre le pide ayuda física a otro hombre, esta petición es, en realidad, una oración a Dios. Si este hombre no conoce ningún semejante físico al que crea poderle pedir ayuda, puede, al igual que Cristo, pedirla directamente a Dios invocándolo con las palabras: «Padre nuestro que estás en los cielos». Y esta oración es, entonces, escuchada por seres desencarnados que siempre rodean a los seres físicos como ángeles de la guarda. Y, de esta manera, siempre habrá seres, visibles o invisibles, a través de los cuales la Divinidad oye las oraciones de los seres y experimenta sus sufrimientos y molestias. Que sean escuchadas, es decir, que vean su petición cumplida dependerá de que este cumplimiento sea totalmente en beneficio de mayor perfeccionamiento evolutivo para el ser en cuestión. En caso contrario, la oración no es satisfecha. Dios es omnisciente y no manifiesta nada que sería perjudicial para el ser que ora y, con ello, perjudicial para él mismo. Pero, por medio de la oración, la Divinidad transmite fuerza y vigor de los seres más fuertes a los menos fuertes o débiles, con lo cual éstos reciben apoyo y atraviesan mucho más fácilmente sus crisis o dificultades y, en el mejor de los casos, pueden atravesar, incluso con alegría, las situaciones oscuras de su destino. |
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