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La forma de percepción de la Divinidad y nuestra propia forma de percepción  2374. Por lo que respecta a la conciencia y experimentación de la vida propias de la Divinidad, ésta es, como se ha dicho, la única existente de su especie, dado que se basa exclusivamente en experiencias del mundo interior. La Divinidad no tiene ningún mundo exterior como todos los demás seres existentes del universo. El fundamento de la experimentación de la vida por Dios no puede, así, ser ningún mundo exterior. Cuando, sin embargo, la Divinidad existe y es un ser vivo, el fundamento de su experimentación de la vida tiene que ser, exclusivamente, un mundo interior. Todo existe dentro de ella. Tenemos un mundo exterior, el mundo que llamamos «naturaleza». Pero la naturaleza, sus fuerzas y funciones son funciones del gran organismo que pertenece a nuestro macroser. Sólo Dios no vive en ningún macroser y, por lo tanto, no puede ser, como se ha mencionado, ni microser ni ser mesocósmico. Lo que denominamos naturaleza o universo es, como ya hemos dicho, el organismo del propio Dios. Como todo vive en este organismo de Dios y, por consiguiente, no existe nada «fuera» de él, el universo se convierte, así, ante la Divinidad, en un «mundo interior». Este mundo interior se convierte, de esta manera, en el objeto absoluto de percepción de Dios. La percepción o experimentación de la vida de Dios se convierte, así pues, en un contraste totalmente opuesto a nuestra percepción y experimentación de la vida, que exclusivamente existe en virtud de un mundo exterior. Aquí presenciamos dos formas fundamentales de percepción, a saber, nuestra propia forma, que se basa en la experimentación de fenómenos exteriores y la forma de percepción de la Divinidad, que se basa en la experimentación de fenómenos interiores. En realidad, el objeto de percepción es el mismo tanto para la Divinidad como para nosotros. Vemos a nuestros semejantes, hombres, animales y plantas. Vemos planetas, soles y galaxias. Vemos diversas clases de materias. Vemos movimiento y creación hasta donde nuestras facultades de percepción están en condiciones de alcanzar. Estas cosas constituyen también el objeto de percepción de Dios. ¿Qué más podría haber para percibir por la Divinidad? Pero la percepción o experimentación de estas cosas a través de nuestros sentidos y a través de los sentidos de Dios es totalmente diferente. Pero, para llegar a comprender esto, debemos concentrarnos un poco en los instrumentos de percepción del propio Dios.


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