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Por qué la eterna experimentación de la vida no puede ser una experiencia de luz permanente y continua  2372. Ningún ser vivo necesita, de esta manera, temer ninguna perdición o aniquilación de sí mismo. Ningún ser puede convertirse en su resultado final en otra cosa que en el hombre perfecto a imagen de Dios y, con ello, experimentar la culminación de la vida en amor, sabiduría, hermosura, talento, arte y el más alto bienestar. Que este bienestar tan alto no puede ser un estado de experimentar continuo y permanente, de modo que el ser no necesite de nuevo pasar por los reinos inferiores de las espirales cósmicas de evolución es obvio. Ninguna experiencia puede tener lugar si no es en virtud de su contrario o contraste. No se pueden pintar obras de arte espléndidas con pintura blanca sobre lienzo blanco, del mismo modo que tampoco se puede leer un escrito que esté pintado con color negro en un correspondiente lienzo negro. La experimentación de la vida es imposible que tenga lugar sin ser una experiencia de contraste. Donde no hay ningún contraste no puede tener lugar ninguna experiencia. Si nunca pudiéramos experimentar o nunca hemos experimentado un contraste al amor, es decir, el odio o la falta de amor, ¿cómo podríamos, entonces, experimentar o sentir amor? Es imposible que experimentemos aquello de lo que no tenemos un contraste. Cualquier cosa sólo puede ser accesible para la percepción en virtud de su contraste. Los contrastes son los que ponen las cosas de relieve. Como la más alta experiencia de la vida del ser vivo es la culminación del amor y de la sabiduría y, con ello, la experimentación del más alto bienestar que, en resumidas cuentas, existe, es una condición absolutamente imprescindible que el ser vivo pueda experimentar el contraste al amor y la sabiduría. Si en el universo no existiera esta posibilidad, toda conciencia y, con ello, toda vida sería imposible. Por esto, es una condición imprescindible para la experimentación eterna de la vida que el ser vivo tenga acceso a renovar su experiencia del contraste oscuridad para, así, adquirir la facultad de experimentar de nuevo la culminación del contraste luz o el más alto bienestar de la experimentación de la vida. Y es, precisamente, esta brillante oportunidad lo que el principio del gran ciclo cósmico de la espiral les da a los seres vivos. En él estos seres vivos experimentan, como ya sabemos desde hace tiempo, la culminación de la época de oscuridad y, así mismo, la culminación de la época de luz. Por medio de una repetición alternativa de la experimentación de la época de oscuridad y de luz, la facultad de experimentar del ser es, así, constantemente renovada y se le garantiza una experimentación eterna de la vida. No seguiremos deteniéndonos en la constante renovación de la facultad de experimentar de los seres vivos, pero ahora pasaremos a contemplar la propia conciencia de la Divinidad eterna y, con ello, nos formaremos una idea de cómo experimenta la Divinidad su propia vida en su majestuosa soledad.


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