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| Por qué la Divinidad y las realidades cósmicas no pueden convertirse en un hecho para todos los hombres | 2358. A través de una larga serie de destellos cósmicos, cada vez más frecuentes, se desarrolla la estructura mental para, finalmente, dar lugar al estado de conciencia cósmica. Un estado de conciencia así es el que crea el fundamento de las palabras eternas o frases inmortales pronunciadas, que expresan tanto el cristianismo en su forma pura como las palabras inmortales de otras de las religiones mundiales. Es con esta expansión de la capacidad de las facultades de percepción que surge este estado de conciencia cósmica. En este estado, las facultades de percepción del ser se han expandido tanto que, con su propia conciencia diurna despierta, puede experimentar realidades cósmicas y, con ello, no sólo a la Divinidad sino también su propia inmortalidad, su reencarnación y, de acuerdo con ello, su propio destino y la solución del misterio de la vida. Tanto la Divinidad como los objetos cósmicos de percepción no son nada que pueda convertirse en un hecho consciente, diurno para seres cuyas facultades cósmicas de percepción están todavía en pañales, independientemente de lo inteligentes que puedan ser. Las realidades cósmicas o solución del misterio de la vida sólo pueden presentárseles como verdaderas a los hombres que tienen una facultad tan grande de humanitarismo que su facultad de intuición ha podido tomar su débil comienzo. El desarrollo de la facultad del humanitarismo es, precisamente, una condición para que la facultad de la intuición pueda desarrollarse y desplegarse. Para todos los demás seres en el estadio evolutivo de los hombres terrenos, la Divinidad no es, por consiguiente, nada que hayan podido aceptar como ciencia, aunque los seres, en virtud de su facultad del instinto sean muy creyentes con respecto a la religión. |
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