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La Divinidad se convierte en experiencia y hecho por medio de la conciencia cósmica  2356. Cuando el organismo de la Divinidad, tal como se ha dicho anteriormente, es infinito y contiene todo lo que existe, y la Divinidad es, con ello, el único ser existente de su especie y, de este modo, no tiene ningún semejante igual con el que intercambiar pensamientos o hablar, y como no puede moverse de lugar a lugar y, de esta manera, carece, de hecho, de las realidades que, de lo contrario, son la característica de la vida y conciencia de otros seres vivos, ¿cómo se forma, entonces, para ella su propia y particular experimentación de la vida y existencia? ¿Es la Divinidad, en resumidas cuentas, un ser vivo? Como hemos indicado aquí, la Divinidad no puede ser conocida en virtud de detalles y fenómenos por medio de los cuales conocemos, de manera especial, a todos los demás seres vivos. Cuando no puede ser ni ser microcósmico ni ser mesocósmico, y tampoco puede ser un ser macrocósmico en sentido general, es decir, un macroser, que simultáneamente es un ser mesocósmico y microcósmico, ¿cómo puede, entonces, ser un ser vivo? ¿Hay, en resumidas cuentas, pruebas inalterables de su existencia? Y aquí la respuesta tiene inevitablemente que ser que las hay en sumo grado. Como la Divinidad es una realidad, de la que cada ser vivo en una determinada etapa de su evolución adquiere, por medio de especiales órganos cósmicos, conciencia, se convierte, así, en un hecho para los seres en cuestión. A este estado de conciencia, en el que no sólo la Divinidad, sino la estructura de todo el universo, como idéntica al organismo de un ser vivo, también se convierte en experiencia consciente y, con ello, en un hecho, hemos a prendido a conocerlo aquí, en «Livets Bog» como «conciencia cósmica».


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