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| Cómo la Divinidad, como ser vivo, constituye el único de su especie | 2355. Puesto que la Divinidad es el ser más grande que existe, y, de esta manera, no puede ser microcósmico ni mesocósmico, sólo puede encontrarse en una situación, en la que ningún otro ser puede encontrarse, a saber, la de no tener ninguna divinidad sobre ella a la que se pueda dirigir con su oración. Por esto, la Divinidad diverge de todos los otros seres macrocósmicos. Dado que su organismo constituye todo lo que existe, fuera de este organismo tampoco puede existir ningún «fuera» verdadero, tal como en todos los otros seres vivos. Todos estos, sin excepción, tienen un mundo exterior y un mundo interior. Pero la infinitud de este organismo de la Divinidad no tiene ningún tamaño real. De esta manera, no puede expresarse como siendo así o así de grande o pequeño. En esto, también difiere de los organismos de todos los otros seres. Como este organismo no ha comenzado jamás, y jamás puede dejar de existir, constituye, por consiguiente, el infinito en el tiempo y aparece, con ello, como idéntico a la eternidad. Está, así pues, totalmente fuera del tiempo, del mismo modo que está fuera del espacio, y aquí diverge también de todos los otros organismos existentes que, precisamente, están en las dimensiones de tiempo y espacio. Estos organismos tienen en cada momento una edad determinada, lo cual el organismo de la Divinidad no puede, por lo tanto, tener, ya que, como se ha dicho, es eterno. Como este organismo llena todo el universo, no puede, al igual que los organismos de los seres vivos, mudarse de un lugar a otro. La Divinidad, en forma del universo, no puede, así, correr, pasear, conducir, volar ni, de otro modo, moverse hacia delante o hacia atrás en el espacio, puesto que en sí misma constituye o llena todo el espacio. Como la Divinidad constituye el absolutamente único ser vivo existente de su especie, no tiene ningún semejante ajeno a él al que pueda manifestarse, con el que pueda intercambiar pensamientos o hablar. |
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