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La identidad del macrocosmos como ser vivo es una condición para los seres mesocósmicos y microcósmicos, del mismo modo que la identidad de estos seres como vida es una condición para toda la vida macrocósmica  2350. Con respecto a la existencia de la vida, ésta también sería totalmente imposible si el universo no apareciese, precisamente, en forma de los tres cosmos: mesocosmos, es decir, hombres, animales y plantas, que forman parte de nuestro propio ciclo de espiral, y microcosmos, que nos da material para la construcción y mantenimiento de nuestro organismo y el funcionamiento de nuestra conciencia, además del macrocosmos que, por así decirlo, nos da alojamiento en el universo. ¿Cómo podríamos experimentar vida y conciencia, si el universo no existiera como un macrocosmos para nosotros? ¿Y cómo podríamos vivir nosotros mismos en el macrocosmos y microcosmos, si no formásemos un mesocosmos que pudiera ser macrocosmos para los seres para los que es una condición vital experimentar la vida dentro de nosotros? ¿No está, acaso, todo nuestro organismo lleno de seres vivos sin cuya existencia no podríamos de ninguna manera tener un organismo? ¿Y cómo podrían estos pequeños seres tener posibilidad de vida, si los organismos mesocósmicos, o sea, nuestros organismos, no existieran? ¿No vemos, precisamente, la misma gran creación de condiciones para nuestra vida y existencia a través de los procesos creadores de la naturaleza? ¿No son, precisamente, estos procesos los que condicionan nuestra vida y existencia? Si este proceso de creación macrocósmico, tan importante para nosotros, no son funciones de órganos de un organismo macrocósmico, ¿qué es entonces? Como sus procesos creadores son igual de lógicos que los procesos del interior de nuestros organismos, no pueden en absoluto existir sin un yo. ¿Por qué tendría este gran organismo que existir solamente para nosotros que sólo somos microseres en su interior? ¿Por qué no tendría que existir también para un ser vivo o yo, al igual que nuestro organismo no existe solamente para los microseres que constituyen su vida interna, sino también en el mismo grado para nuestro yo? ¿Cómo podría surgir y florecer la vida en el planeta si la Tierra no se encontrase en el organismo del sistema solar? ¿Y no creen que la vida y el despliegue del sol descanse, así mismo, en un equilibrio entre su microcosmos y su macrocosmos, al igual que nosotros mismos descansamos en un equilibrio entre nuestro microcosmos y macrocosmos? ¿No es, precisamente, el equilibrio cósmico necesario para que, en resumidas cuentas, pueda tener lugar la creación y se manifieste la experimentación de la vida o existencia? Creer que el universo o cosmos sólo es un océano infinito del juego de fuerzas casuales muertas, y que de esta casualidad la reducida macrovida que la humanidad terrena, o sea, los habitantes de la motita de polvo del universo que llamamos Tierra, constituye, tendría que ser la única y más alta vida existente es una gigantesca desviación cósmica del pensamiento lógico. Es vivir la muerte en vez de la vida.


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