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Cuando el ser, con su manera de ser, se excluye él mismo del bienestar de la vida que la estructura del universo está destinada a darles a los seres vivos  2347. Que la vida y la manera de ser de cada ser, que sólo es una alegría para el propio ser, sólo puede tener lugar a costa de la vida, la felicidad y el bienestar de otros seres es aquí evidente. Con una manera de ser así, el ser, aunque no consciente, se aparta psíquicamente y, con ello, físicamente de la demás vida del universo y se convierte en un sabotaje a la solidaridad con la vida en dicho universo, que, a su vez, es lo mismo que la vida de Dios. Es por esto, que esta manera de ser crea dolor, tanto por lo que se refiere a la conciencia con aflicciones y preocupaciones, como por lo que se refiere al organismo con enfermedades, accidentes, y lesiones, además de la nefasta zona de guerra o época de juicio que la humanidad terrena en tan alto grado ha provocado en el siglo veinte. Lo que se denomina «el mal» sólo es, así, esta manera de ser desviada, cuyo fundamento se basa en el principio «que cada cual piense en sí mismo». Cuando los seres vivos del universo o cosmos son órganos solidarios entre sí en un gran organismo único, cuyo bienestar total se basa, por consiguiente, en esta relación de solidaridad, es evidente que cada ser que va contra la solidaridad, poco a poco, con esta manera de ser, se excluye a sí mismo de la estructura psíquica o mental del universo, a través de la cual se crea y dirige todo el bienestar del universo. Se desliga, por decirlo de alguna manera, del bienestar de la vida con el que la estructura del universo está destinada a bendecir a todos los seres vivos, la cual es lo mismo que la conciencia de Dios y que, finalmente, les da a los seres conciencia cósmica.


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